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Rafa Muñoz Abad

Observatorio

Rafa Muñoz Abad

Bajarse al moro

Los reyes se sientan con reyes, no con funcionarios vomitados de las urnas. El mundo del progre no evoluciona paralelo a las realidades con las que debe lidiar. En su prepotencia, cree que el resto irá en su consonancia de cambiar las cosas por posesión de la verdad absoluta y complejo de superioridad moral.

Dicta la norma diplomática, que de la mano del Rey, el inquilino entrante en Moncloa debe rendir visita a Rabat. Y así lleva aconteciendo hasta la llegada de Pedro Sánchez, Spanish JFK, el cual decidió saltársela en un [insolente] acto de modernidad y hacerse un porque yo lo valgo... Y de aquel desplante al rey moro, estas pateras y muchedumbres invadiendo Ceuta. ¿No estaba Arancha de Exteriores para explicar a este sobrado la tradición al respecto?

Sánchez, con el tumbao que tienen los guapos al caminar, es un vanidoso que va a lo suyo. Despreció la costumbre, y con ello quebró la relación Madrid-Rabat. Rey-rey, si así lo prefieren. La insolencia y prepotencia del que todo lo quiere cambiar, evidencia a la par irresponsabilidad y desconocimiento de las realidades geoestratégicas del país que preside.

A Marruecos nos une más de lo que nos puede separar. Cuestiones tan poco baladíes como inmigración ilegal, control del integrismo y asuntos de huerta y pesca, amordazan la diplomacia española, que deambula corneada e humillada por las pataletas del Reino alauita.

Con el vecino, tenemos una relación de cristal en la que España ruega al astuto gato alauí que acepte sus donaciones y que por favor, no se enfade y no le destroce los jarrones. Rabat es aliado primordial de Washington, y si el inquilino de la Casa Blanca tuviera que escoger entre su bastión norteafricano y España, ya les aventuro que lo tiene claro.

Cuando teníamos un lío serio con Marruecos, la monarquía hispana, hermanada en «buena amistad» con el viejo Hassan II, solucionaba el desencuentro... Ahora, con la modernidad y el fin del «fascismo» juancarlista, Pedro Sánchez I El laico, cree que puede solucionarlo todo al guion de su manual de estilo. Se llama soberbia y la pagamos todos.

Sin eufemismos y puede el feminismo lapidarme, la diplomacia nacional está peor que nunca. En su intoxicación de buenismo, tenemos una ministra de Exteriores, Manolita Gafotas, con la que podemos ir a Luxemburgo, pero mandarla a Marruecos sin el respaldo institucional de una figura real es, por usar terminología elegante, una pérdida de tiempo. La diplomacia y sus mecánicas están [no] escritas desde hace décadas y, nos guste o no, el mundo árabe es paternalista. No hay división de poderes real y en el caso concreto de Marruecos, una monarquía hereditaria por derecho divino ergo se requiere de trono y pompa para que todo vaya medianamente bien.

Mohamed VI es linaje del profeta. Tratar con una monarquía absoluta, disfrazada de democracia, requiere de un rey y no de los delirios de igualdad de género y desconocimiento de la mecánica diplomática para con el mundo árabe del que este ejecutivo es rehén. Y de esos barros, esta invasión y mañana más pateras.

Marruecos es un estado vil en su actitud. Su gendarmería no salva vidas, observa los ahogamientos. La Guardia civil y el ejército, los saca del agua y evita que se ahoguen como desgraciados ante los indolentes ojos del moro blanco. Miren bien las imágenes, una mezcla de magrebíes y negros. Los segundos, en busca de pan y papeles, son subsaharianos atrapados en Marruecos tras un horrendo periplo desde el Africa negra hacia la Europa francófona. Para Rabat, son animales. Granel humano al que dar palos, desterrar al desierto o usar como ariete contra la verja ceutí.

Todo esto pone en liza el desconocimiento de las realidades africanas [más próximas] que tiene este gobierno que todo lo confunde. Si Ceuta es linde de la UE con Marruecos, París es la única ventanilla que te puede solucionar el problema pues España es un monigote en política exterior. Tuvimos una marcha verde y salimos del Sáhara con la cola entre las piernas; pero esto no es una invasión, es una de las habituales venganzas alauitas por algo que no le gustó, como ingresar en una clínica a un alto militar polisario. Agazapado, Marruecos testa la voluntad y determinación de España, hace tiempo que huele su debilidad.

Sánchez y su gente moderna han descuidado la buena diplomacia con Marruecos. El día que el rey moro quiera Ceuta y Melilla, no tiene más que tirar la verja y nada pasará, pues tenemos al gobierno haciendo gestiones; eufemismo de ingresar euros en Rabat para calmar la perreta moruna.

¿Será la segunda derivada una avalancha de pateras y ahogados en aguas canarias y del Estrecho?

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