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Manuel Ángel Santana Turégano

Razones para abandonar las redes: nos están volviendo idiotas

Cuando yo era niño mi abuelo, que veía como sus nietos pasábamos horas embobados ante la televisión, decía que ésta nos estaba atontando. Aunque la capacidad de los medios de comunicación de masas para atontarnos no es algo nuevo, ésta ha alcanzado a un nivel tal con la eclosión de las redes sociales que es justamente esta capacidad que tienen para hacer que nos comportemos como idiotas la tercera de las diez razones por las que Jaron Lanier nos anima a desconectar de las redes. Porque en la medida en que estamos cada vez más expuestos a éstas, el comportamiento de cada vez más personas, especialmente on-line, podría calificarse como propio de idiotas. Dado que las redes sociales se pueden acabar convirtiendo en una adicción, y que el comportamiento de las personas que sufren adicciones no es el más agradable del mundo es fácil entender que las redes, en la medida en que fomentan la adicción para captar nuestra atención, nos convierten en un poco más idiotas. Pero existe algo implícito al funcionamiento de las redes que hace que nos comportemos de manera especialmente idiota.

El componente A, de adquisición de la atención, considerado por Lanier como uno de los elementos básicos del modelo de negocio de las redes, tiene que ver con que en ellas todo el mundo acaba cayendo en una de dos categorías: o se es una víctima o se es un trol, alguien que sólo busca llamar la atención, aunque sea humillando u ofendiendo a otras personas. Según algunas teorías el comportamiento humano podría comprenderse por analogía al de los lobos, que se comportan a veces como miembros de una manada y a veces como lobos solitarios. Cuando nos comportamos como lobos solitarios somos más libres, pensamos por nuestra cuenta, tenemos que buscar los recursos por nosotros mismos y éstos no dependen de la aprobación del grupo. Por el contrario, cuando nos comportamos como miembros de una manada parece que todo lo que nos importa del mundo se reduce a la posición que ocupamos dentro de un grupo. Como demuestra la experiencia cotidiana de muchas personas que trabajan en grandes organizaciones este tipo de estructuras fomentan que toda nuestra atención se centre en nuestros semejantes, concebidos como amigos y enemigos, y convierten toda la vida social en una lucha por el estatus que a menudo acaba perdiendo de vista los objetivos de cada organización.

Pues bien, el propio funcionamiento de las redes sociales nos idiotiza porque acaba convirtiéndonos a todos en miembros de una especie de macroestructura en la cual todos competimos por el estatus, olvidándonos a menudo de los objetivos implícitos, aquello que hace que valga la pena hacer lo que estamos haciendo, y por lo que en muchas ocasiones acabamos recurriendo a las redes. Si bien es cierto que hace mucho tiempo que una de las razones de ir de viaje era la de poder traer fotos y recuerdos con las que presumir ante nuestros semejantes, la omnipresencia de las redes ha llevado a que el fenómeno que se ha bautizado como «postureo» se haya adueñado de nuestras vidas. Parece que no hemos disfrutado de una comida si no ponemos algún post relacionado con ello en las redes. Parece que si una puesta de sol es bonita no podemos simplemente disfrutarla, sino que tenemos que subirla en las redes. Decimos que es para compartir nuestro disfrute con otras personas, pero en parte es también para construir nuestra propia posición social: mira qué bien me lo paso, mira qué persona tan cool soy. Explotando tendencias innatas al ser humano, las redes sociales han hecho que nuestra identidad dependa completamente del rebaño al que pertenecemos (o queremos pertenecer).

¿Por qué las redes fomentan tanto los comportamientos de rebaño? ¿Existiría alguna manera de hacer que no nos atontaran tanto? Lanier sugiere que, en la medida en que haya algo en juego, más allá de la atención del resto de la manada, es menos probable que una red haga que nos comportemos como idiotas. Si estás intentando desarrollar una carrera profesional está claro que una red te puede ayudar, pero hay algo más en juego que el captar la atención a través de la red. Si estás desarrollando una carrera deportiva, o incluso si estás “fardando” de ella, está claro que presumir en tu manada está bien, pero tienes que tener algo de lo que presumir. Así que terminaré esta reflexión acerca de hasta qué punto las redes pueden ayudar a atontarnos con un ejemplo sacado del mundo del deporte. Los que tenemos el extraño vicio de correr maratones (a pie o en bici) hace tiempo que sabemos que parte de la experiencia positiva de lograr un reto como terminar un maratón es el poder presumir en nuestra pequeña “manada” de haberlo hecho. Pero todos populares sabemos que nos movemos en determinados tiempos, que en cualquier caso están muy lejos de las estrellas del deporte, y el presumir de determinados tiempos nos daba un cierto estatus tan sólo en nuestro reducido grupo de amigos. ¿Nos comportamos como idiotas cuando los hacemos, o cuando corremos una maratón o una prueba ciclista de gran fondo? Pues depende. Si es algo que disfrutamos haciendo, y quienes lo hacían antes de las redes normalmente lo hacen, no. Pero si dedicamos un montón de tiempo y esfuerzo a cosas que no nos llenan tan sólo para conseguir la aprobación de una red estamos, ciertamente, haciendo el idiota. Así que ése es un buen motivo para desconectar de las redes: que al hacerlo te das cuenta de que has dedicado mucho tiempo a cosas que eran importantes para tu “manada” pero no tanto para ti. Dejemos de hacer el idiota.

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