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Antonio Perdomo Betancor

Caballero Bonald

El oleaje batalla, la espuma del ruido y la furia de los días condicionan una perspectiva menos hosca de las cosas. Pero no sólo. Los días pasan con la rapidez y banalidad instantáneas de un video Tik Tok. José Caballero Bonald murió hace unos días, los medios apenas lo mencionaron a pesar de la altura literaria y la exquisitez barroca de su prosa. Fue uno de los gigantes de su generación, la del 50. Es probable que la literatura no se la considere con el rigor con que se la tomaba en el siglo pasado, naturalmente la literatura hay que decirlo tampoco tiene el rango de una ciencia social, sino que se caracteriza por ser un entretenimiento individual y solitario. Como ocurre con la ciencia, pero no de una forma tan intempestiva, los paradigmas pasan, la literatura es el estilo respondió Jean Paul Sartre a la pregunta de qué es la literatura. Pero el estilo literario como la moda pasan. En las ciencias ocurre algo parecido, el foco del interés cambia a veces radicalmente, y deja lo novedoso como el brazo muerto de un río. Quizá, en la actualidad, la característica de esa élite cultural navegue sin saberlo, por la misma razón, en un brazo muerto de la cultura.

Decía que resulta difícil distinguir una perspectiva menos hosca de los fenómenos, de los que se nos presentan por asalto. La realidad social o la misma realidad nos sucede en la forma de una aparición inevitable. En el escenario de la actualidad, la vida se asemeja a un teatro de guerra, con personajes desalmados y obsesivos, con temple de oscuros predicadores que, sustancialmente, cuando la gente los oye, cierra los ojos o menea la cabeza, y piensa para su interior: ¡pero, otra vez!

José Caballero Bonald: en cuanto su nombre pasa por mi mente destellan los ojos de gato de Ágata, (“Ágata ojos de gato”, una de sus obras) es uno de los grandes escritores de la koiné de España y de la que el Gobierno Central si no abjura produce los mismos efectos. Esta despreocupación desde el Ministerio de Cultura por este acontecimiento humano y cultural que nos ocupa nos lleva a pensar para qué sirve un Ministerio de Cultura. Nadie lo sabe.

A veces doy en pensar que el desdén o indiferencia para con una figura de la talla de Caballero Bonald, en este caso concreto no parece consecuencia de la vesania o maldad, sino simplemente por la ignorancia e incultura de los asesores cien de ese ministerio. En este tiempo donde la meritocracia la llevan a enterrar, en la paga llevan implícito el desconocimiento de quién es José Caballero Bonald. Los altos representantes del Estado ya no se compadecen con la altura intelectual y cultural que solían, tampoco destacan con la preparación de sus componentes en los asuntos del ramo. Por lo cual puedo pensar que la indiferencia del Ministro de Cultura no se debe a la pura indiferencia sino al desconocimiento. ¡Total, como todo está en internet para qué recordar en la memoria el nombre de José Caballero Bonald!

Pero no debe ser ésa la única razón de ese desdén, porque puedo imaginar que emana de diversas casusas confluentes en cuyo conjunto pueden llegar a abarcar la unidad entera. Creo que este no- acontecimiento (el de la insignificancia de la repercusión cultural y social de su óbito), por una parte, mide la temperatura del interés hacia la literatura en el sistema educativo que la ha eliminado en la práctica, por otro, por la ineptitud de los asesores. Es cierto que seguramente a una institución no le sea posible dar cuenta de cada suceso, pero José Caballero Bonald no es un acontecimiento irrelevante.

Puede ocurrir que un video Tik Tok resulte más divertido que leer a un escritor con una pulsión barroca y cuidadísimo lenguaje como el de José Caballero Bonald. Sin embargo, no queda otra que decir que los tiempos son otros y no siempre corren parejos con los gustos de todos.

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