La Provincia - Diario de Las Palmas

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José A. Luján

Jane Millares en su cielo

La azotea de la Biblioteca pública insular, entoldada en parte de su integridad, y abierta al horizonte de otras azoteas del barrio de Vegueta y al colorido de los populares barrios de San Juan, San Roque y San Nicolás, captado por Jorge Oramas en su paleta, con la catedral gris, enhiesta en un primer plano, es un espacio apacible para el encuentro literario.

Allí nos volvimos a congregar con espontánea alegría los tertulianos de Cairasco, después de haber estado reservados durante casi dos años. Una pandemia del todo inesperada, llegó y vive junto a nosotros, rompiendo el tiempo. La expresión «romper el tiempo» no deja de ser dramática ya que nos crea un cierto grado de angustia porque nos coloca en la rampa de un horizonte que se vislumbra difuso, con abismos insondables, con distancias en las miradas, con limitación en los contactos. «No se muera mi señor, -dijo Sancho en el lecho de muerte de don Quijote- porque lo peor que le puede pasar a un hombre es morirse» La muerte es la ruptura irrecuperable del tiempo. Esta pandemia que históricamente nos ha tocado palpar es un ensayo del morir, al romper el juego de relaciones con las demás personas, con el paisaje, con la presencia en la costumbre del vivir.

Pero Marcial, Carmen Fuentes, Codina, Torres y Pepe Roque, nos hemos vuelto a ver ante la llamada de Jane Millares, con un libro escrito a dos manos por Martina Villar y Mayte Martín. Tres mujeres en la escena literaria de esta tarde primaveral. No es una casualidad, sino un acto deliberado de colocar a la mujer en el plano de la visibilidad estética, en la plástica y en la escritura. Jane se hizo presente con sus cuadros impresos en las páginas del opúsculo «Leyendo a Jane Millares», en bella edición de Mercurio Editorial. Y Martina y Mayte, con acertados textos poéticos, emanados de la trabajada visualización durante varios años de la obra pictórica de Jane. Es un libro que en sus 120 páginas, maquetadas con esmero, exalta una rebosante belleza, ya que los géneros, la plástica y la literatura, transitan por el espacio estelar de la imaginación creadora. Aquí todo es creación, desde la palabra autónoma a la plástica expresiva.

Jane nos deja una selección de su obra después de pasar toda una vida, creando con su herramienta puntillosa. Aquí está esta tarde y seguirá estando todas las tardes del futuro, mientras su cuerpo y su mente se encuentran en la nube que la acuna fuera del mundo de la racionalidad. Han hecho bien las autoras y el editor en destinar los beneficios de este libro a la Fundación Pasqual Maragall, creada para ayudar a combatir la dura etapa del alzhéimer, que cercena la memoria tanto aquí como en Barcelona.

Jane ha ofertado en este libro una docena y media de cuadros, con perfiles de mujer, que a modo de una antológica de su estilo personalísimo lindan con el indigenismo. En su biografía pictórica, se habla de la primera mujer indigenista en nuestra tradición plástica. Este hecho es indudable e implementa la identidad que transporta la mujer canaria desde sus primeros asentamientos en esta tierra. La belleza radica básicamente en la temática, contenido que se expresa en la forma, ya que en la curvatura de la composición que configura el perfil femenino, nos pone delante la calidez de la maternidad, la asumida sumisión, la fortaleza de la crianza del hijo, la dedicación alfarera, la mirada abierta de la joven enamorada, el ensimismamiento de la mujer madura; el trabajo colectivo. Es un desfile temático de la mujer canaria, con hálito intercultural de mezcla de etnias, enmarcadas en el laborioso y digno ámbito rural.

Los cuadros han dado pie a que las dos autoras, periodistas y escritoras, Martina Villar y Mayte Martín reflexionen sobre estos artefactos y ofrezcan unos textos de altura literaria. Y a nosotros nos hace también reflexionar sobre los límites de los géneros expresivos como son pintura y literatura, entre los cuales se pueden establecer puentes y deslindes que surgen de las semejanzas entre ambas. Cada lenguaje tiene su riqueza y sus límites y en ellos reside su belleza, su capacidad de sugerir y de permitirnos soñar o recrearnos. La mujer ocupa un espacio pleno en esta obra, y ello hace posible apreciar diferencias en la representación de los personajes femeninos, teniendo en cuenta el uso diverso que genera la imaginación, la fantasía y la libertad de las respectivas creadoras, tanto en la vertiente pictórica como en la narrativa.

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