La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marrero Henríquez

Manifiesto Fruturista

El inmunizado está cansado del estado de las cosas y quiere contribuir a alterarlo, pero no en plan revolucionario ni destructivo, porque la revolución y la destrucción no son ni remotamente necesarias, sino en plan mesurado y constructivo, en plan sin prisa pero sin pausa, todo muy lento y programado y, si se quiere, en plan reformista. Eso sí, la reforma, aunque sosegada y calma, debe ser radical, en la era del Antropoceno no valen las medias tintas.

Para contribuir a que el estado de las cosas cambie radical y lentamente el inmunizado necesita el favor de las masas y que algunas ideas básicas, dos o tres, no más, penetren en la mentalidad colectiva. Y para conseguir que esas dos o tres ideas calen en la multitud el inmunizado se ha sentado ante el ordenador a escribir un manifiesto que espera que prenda en el pueblo, un manifiesto inspirado en el Manifiesto Futurista pero orientado en dirección contraria.

El inmunizado quiere aclarar que su manifiesto va en dirección opuesta al Manifiesto Futurista no porque el suyo mire al pasado en lugar de al futuro. El manifiesto del inmunizado mira al futuro como el Manifiesto Futurista al futuro mira, pero mira al futuro con ideas y concepciones de progreso y bien común antagónicas a las del Manifiesto Futurista.

Si en 1910 el Manifiesto Futurista cantaba a las máquinas y a las fábricas que colgaban de las nubes atadas por cuerdas de humo, en 2021 el inmunizado canta a las frutas que cuelgan de los árboles por esa extensión del tallo que se llama peciolo. Por eso frente al Manifiesto Futurista el inmunizado propone su Manifiesto Fruturista. Frente al tóxico y decadente Manifiesto Futurista del siglo XX el inmunizado erige su Manifiesto Fruturista del siglo XXI pleno de salud.

El Manifiesto Fruturista es alternativo y es ecológico e invita al consumo de fruta de temporada y de cercanía. Adiós a la fruta importada de las antípodas, al kiwi de Nueva Zelanda, a las ciruelas de Chile, al banano de Costa Rica. Fruta de temporada y punto, y si se quieren más opciones para el paladar y es climáticamente posible, adáptense frutas foráneas al terreno patrio, de manera que los kiwis vengan de San Mateo, el vino de Icod y La Geria, el plátano de Puerto de la Cruz, Tazacorte y Arucas, las naranjas de Telde, el café de Agaete, la caña de azúcar de Jinámar, el aguacate de Mogán, los mangos de Moya, el guarapo de la Gomera, la uva de Tafira y de Icod, el níspero de Firgas, los higos de Gáldar, las manzanas de Valleseco, las aceitunas de La Oliva y Santa Lucía de Tirajana y los tunos de Bañaderos.

En el Manifiesto Fruturista que el inmunizado escribe el futuro no está asociado a un mundo cibernético, dominado por ordenadores y virtualidades, por máquinas haciéndolo todo bien y a velocidad máxima. La Humanidad a la que apela el Manifiesto Fruturista es la que desea saborear en paz la fruta y la que no quiere tener prisa loca por llegar a un futuro aún más futuro y vacío de sentido. Calma, comer despacio, hablar y escuchar, el arte de la conversación, pensar en silencio, reflexionar con tiempo. En el Manifiesto Fruturista que el inmunizado escribe con la esperanza de que cale en las masas, el futuro está lleno de fruta, no será futuro de vértigo, sino fruturo de sosiego.

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