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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

La piedad peligrosa

Querido amigo, estamos viviendo uno de los tiempos más dramáticos de la inmigración africana al continente europeo y, después de ver como los africanos llegaban a las costas canarias, ahora es el rey de Marruecos quien decide abrir las fronteras para que sus súbditos salgan a invadir Ceuta y Melilla.

El desembarco de hombres, mujeres y niños es espectacular y se ha convertido en un asalto masivo que la policía española de fronteras intenta contener y, entre entradas y salidas en caliente, los magrebíes y los subsaharianos son carne de negociación y manipulación de los intereses económicos y políticos de los países.

Habría que recordar que la mayoría de los inmigrantes proceden de países que antes habían sido colonias europeas hasta los años cincuenta y sesenta, y que, a pesar de independizarse, siguieron sufriendo conflictos violentos de la mano de los intereses de los países colonizadores, que todavía mantienen en África una fuerte presencia económica.

La desesperación se ve reflejada en la cara de los inmigrantes, que vienen a buscar un lugar donde poder vivir con dignidad, un país donde poder trabajar y comer. Mientras tanto, los países de la Unión Europea siguen apoyando a los mandatarios dictatoriales africanos que están expoliando un continente cada vez más maltratado y desprotegido.

En estos días se ha podido ver en medio mundo cómo una voluntaria de la Cruz Roja española ayudaba y consolaba a un subsahariano que había llegado exhausto a una playa de Ceuta. Aquel joven debió pensar que, después de su larga y oscura travesía, se había encontrado con un ángel, un ángel con una luz tan clara como la de Luna, que así se llama la joven voluntaria.

Cuando la esperanza es más fuerte que el miedo, no hay muros ni fronteras que puedan detenerte. Y es lo que hace que, en almas tan sensibles como la de Luna, despierte inevitablemente ese sentimiento de piedad y compasión.

Pero es como La piedad peligrosa que narraba Stefan Zweig en una de sus novelas más conocidas, donde Anton Hofmiller, un joven militar y médico austríaco que llevado por la compasión le promete a Edith, la hija de un rico y poderoso judío confinada en una silla de ruedas, una curación imposible, de lo que, al final, la pobre inválida se da cuenta y se quita la vida.

Es lo mismo que está pasando en nuestras fronteras que, en nuestro afán por ayudar, prometemos lo que no podemos dar, lo que provoca que esta gente arriesgue y pierda su vida por creer en nuestras promesas.

Habría que pensar como un negrito, Gregorio, que decía con humor que en Sudáfrica no acabarían con los negros ni a tiros, porque siempre intentan dar en el blanco…

Tendríamos que aspirar a un mundo sin fronteras, como imaginaba John Lennon: un mundo sin países ni religiones y sin nada por lo que morir o matar donde vivir en paz…

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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