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Manuel Ángel Santana Turégano

Turismo, formación y desigualdad social

Desde que el turismo se convirtiera en un fenómeno de masas global, a mitad del siglo XX, las posturas políticas y académicas al respecto se han tendido a polarizar en dos grandes bloques. Por un lado, apoyándose en la teoría de la modernización, ha habido quienes han pensado que el turismo era una especie de “pasaporte para el desarrollo”, que permitía a los lugares que se convertían en destinos turísticos importantes, como Canarias, acercarse al progreso y la modernidad que se identificaba con los países de los que provenían los turistas, como Alemania. Por otro lado, desde posturas más críticas, el turismo ha sido visto como una nueva forma de colonialismo, y bajo la idea de que “al final el dinero se va fuera” se entendía que tan sólo contribuía a profundizar en la dependencia económica y la desigualdad social. Ésta es la opinión que, en términos generales, más peso ha tenido en la opinión pública canaria, de manera que a menudo muchos de nuestros males se achacan a una excesiva dependencia del turismo. Así, el que pese a que las Islas hayan sido en los últimos treinta años una de las Comunidades más dinámicas de España sigamos estando a la cola en salarios, poder adquisitivo y, en términos generales, en desigualdad social, se ha considerado producto del desarrollo turístico. La idea implícita vendría a ser que el turismo genera un desarrollo económico fuertemente polarizado, con unos pocos que ganan mucho y unos muchos que ganan poco.

Frente a este desarrollo polarizado se ha puesto muchas veces como ejemplo de un modelo social más igualitario a Alemania. Se nos ha vendido la idea de que como en ese país la mano de obra está muy preparada, y genera mayor valor añadido, ello ha acabado generando no sólo una economía más productiva, sino un reparto social más equitativo de la riqueza generada en el país. Por ello, y en gran medida a través de fondos provenientes de Europa, en los últimos 30 años se ha realizado una importante inversión en educación en las Islas, de manera que, si bien en los inicios del desarrollo turístico nuestro nivel educativo era significativamente inferior al alemán, en la actualidad, en función de los indicadores que se utilicen, las Islas han alcanzado el nivel alemán en términos, por ejemplo, de porcentaje de población con estudios universitarios, sin que, al parecer, ello se haya traducido en una estructura social más equitativa. El discurso que más se difunde en los medios es que, a pesar de todo, lo que hace falta es más formación, que la mano de obra de las islas no está lo suficientemente preparada, y que por eso hay tanto paro, tanta pobreza y tanta desigualdad social en las islas. ¿Conseguiremos superar estos problemas cuando tengamos una mano de obra más formada, y por lo tanto, en la medida en que cada trabajador aporte más al proceso productivo, pueda tener mejor salario y condiciones laborales?

En Alemania, en lo que se dio en llamar ‘capitalismo renano’ el reparto relativamente igualitario de la riqueza producida en el seno de las empresas se debía a la participación del conjunto de la sociedad en la toma de decisiones, a través de los sindicatos, las agencias estatales y otro tipo de representantes de la sociedad civil. Todo ello se transformó en un reconocimiento de las cualificaciones realmente utilizadas en el puesto de trabajo en los salarios y las condiciones laborales. En realidad, podría decirse que la mayor capacitación de la mano de obra era más la consecuencia que la causa de este modelo. ¿Qué es lo que sucede en Canarias? El reparto social de la riqueza generada en las empresas no depende del nivel educativo de los trabajadores, sino de los equilibrios de fuerza que se acaban concretando en los convenios colectivos. Cuando voy al Sur no deja de asombrarme como gente que quizá cursó la EGB conmigo, y poco después abandonaron los estudios para montar un negocio, chapurrean alemán, sueco o inglés, y bromean con clientes cuyas necesidades han sido capaces de identificar y obtener una ganancia económica de ello. Si los salarios verdaderamente reflejaran la productividad, poco importa que tenga un título de Cambridge, de la ULL o la ULPG: si un camarero o recepcionista, porque chapurrea su idioma y entiende su idiosincrasia, es capaz de aportar valor a la experiencia de los turistas, debería ganar más dinero. Otra cosa es que pretendamos justificar que le pagamos poco porque no tiene certificado un nivel B1 de ningún idioma.

Lo que genera mayor o menor desigualdad social es el modelo de desarrollo, no el sector económico que es más importante en una sociedad. Los indicadores disponibles parecen señalar que en los últimos 30 años, tras la caída del muro y una cierta conversión de los gobiernos de Berlín hacia las políticas neo-liberales, la desigualdad social se ha incrementado de manera significativa en Alemania, sin que se haya dado un cambio importante en el modelo económico del país. En Canarias, los constantes discursos acerca de la falta de formación de los trabajadores son más una herramienta para disciplinar a la mano de obra que la consecuencia de un mercado de trabajo que realmente precise personal más cualificado.

¿Es el turismo la fuente de nuestros males porque hace que la riqueza que aquí se crea se vaya fuera? Pues no lo sé. Pero quizá, en vez de preocuparnos en asuntos sobre los que poco podemos hacer, podríamos ocuparnos en aquello que sí está en nuestra mano controlar. Que es, por ejemplo, cómo se reparte socialmente la parte de la riqueza que sí se queda.

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