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José A. Luján

Pildain, novelado

La flexibilidad en las medidas de aforamiento por razones pandémicas ha permitido que los tertulianos de esta columna se hayan dado cita de nuevo en Cairasco. El filólogo Marcial Pulido y el historiador Codina traen debajo del brazo la novela de Juan José Mendoza A orillas del Guiniguada (Mercurio Editorial, 2021), que obtuvo premio en el concurso internacional de novela Benito Pérez Galdós.

Los tertulianos dicen que tienen la experiencia directa de haber sido confirmados por el obispo Pildain, cuya biografía es la referencia de esta novela. Tanto Pulido como Pepe Roque afirman que una semblanza como sustancia de contenido acota las expansiones imaginativas que pueda presentar el autor aunque se ofrezcan pinceladas de ficción, al ser la narración novelada un género diferente a la historia.

En este marco, los tertulianos se dividen en dos bandos de opinión: los que defienden a Pildain como adalid frente a la problemática social y los que critican su acérrima ortodoxia moral y su enfrentamiento con la obra de Galdós. Esta dualidad divergente, forma parte de la memoria colectiva de Canarias. Hay quien no deja de hacer un lema con la expresión «figura rutilante de la iglesia de Canarias», que así, sin más, resulta un halago al personaje. Los historiadores, cronistas y novelistas se divierten con protagonistas de este tipo, tratando de acertar con sus definiciones poliédricas, sin llegar a condensarlas de manera unánime. Así son los acontecimientos que rodean a los actores públicos. La vida de Pildain se presta a ello.

Cuando desde la perspectiva actual observamos la parafernalia generada en torno a la figura del obispo vasco, podemos deducir el boato retrógrado, casi ególatra que fomentó y que no alejó con una didáctica innovadora. Sus visitas a las parroquias del interior de la isla estaban acompañadas de una aclamación imperial. La experiencia directa nos brinda en el recuerdo a los feligreses y a cientos de niños de las escuelas alineados a ambos lados de la calle de entrada al pueblo, flameando sus banderitas a lo largo de más de un kilómetro. Es una imagen que la memoria convierte en fotograma de película triunfal. Pildain, como persona, no era ajeno a estos espectáculos, de emperador romano. El vestuario propio y el de la cohorte clerical en la procesión del Corpus es la precisa geometría del botafumeiro externo. Y su verbo, bien timbrado, lo consolida en el rango de autoridad indiscutible, más allá de lo terrenal.

No obstante, el novelista Juan José Mendoza con el uso de múltiples recursos narrativos como el punto de vista en la alternancia del narrador, el zoom descriptivo, el monólogo interior… pone sobre la mesa los aconteceres significativos que jalonaron su pontificado. La novela queda bien armada en su estructura, mediante la división en capítulos, con personajes históricos que en la obra pasan al plano de la ficción, al igual que los propios acontecimientos por el hecho de estar desvelados en el soporte de este género. Hay situaciones retrospectivas, que desde la memoria de obispo jubilado llegan hasta su Lezo natal, un viaje en el tiempo biográfico, no exento de pinceladas de cuadro de costumbre.

La literaturización se impone de manera natural, con el cambio de registro en función de quien utiliza la modalidad de habla: el apoyo a las mujeres de Agaete que han visto desaparecer a sus maridos, la arrogancia de los falangistas, la defensa de los pobres, la lucha por la justicia social y antirrepresiva, la denuncia de las sacas de madrugada.

En esta novela queda trazado un segmento de la intrahistoria de la ciudad y de la isla, teniendo a Pildain como personaje en el que pivota un amplio universo sociológico de la mano de don Rafael Vera, su secretario particular e inmediato confidente. Cuando el obispo se encuentra tensado psicológicamente por las diatribas en su contra tras la actitud de no permitir la entrada de Franco en la Catedral, el fiel escudero indaga aquí y allá para tomar el pulso a la opinión pública. Su visita al bar Polo, en el puente de Palo, es la ocasión que tiene el narrador de poner junto a los veladores del popular rincón de Vegueta, a la bohemia capitalina, abierta, liberal, alcohólica, deslenguada e independiente. En sus despachos oficiales están los personajes institucionales con otro intermediario como es Néstor Álamo, intérprete del sentir de los presidentes del cabildo Antonio Limiñana o Matías Vega. Se pone de manifiesto que a pesar de su carisma, el obispo también sufre en su intimidad las mostrencas opiniones de la clase dirigente. Las unidades narrativas sobre el Corredera, el mundo de la zafra en el Sur, el apoyo en un sector de la burguesía a través de una dama capitalina, convierten esta novela en una privilegiada ventana para conocer la intrahistoria de una sociedad que vivió al margen del espíritu de la Ilustración.

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