Desde que comenzó la pandemia, los esports han tomado un peso específico muy importante en la cotidianeidad de muchas personas, fueran anteriormente gamers o no. Casi nadie podía pensar en las consecuencias sobre el deporte tradicional, sobre todo los que de alguna manera eran actores de sus respectivas disciplinas, ya fuera organizando, participando o visualizando. Simplemente el deporte dejó drásticamente de llevarse a cabo, y costó unos meses reaccionar ante el golpe sufrido. Sin embargo una corriente de necesidad lúdica, que proporcionaba desde hace tiempo el muy desconocido mundillo del gaming, iba creciendo exponencialmente. Acelerando un proceso natural de crecimiento que, de no ser por la consecuencia de la pandemia, que nos hizo permanecer encerradas, limitadas y sometidas a control a tantas personas, se hubiera dado de una forma más pausada y con algo más de celo y control. Se ha dado que las distintas sociedades estaban bajo presión, y que cuando se tapaba una vía de escape, otra aumentaba su caudal y producía efectos masivos en otros comportamientos y entornos. Por ejemplo, lo que sucede con el fin del estado de alarma.

Pero no es de eso de lo que quiero reflexionar. En lo que quiero fijarme es en que los esports han crecido, muy rápido, en muy poco tiempo, por una necesidad no cubierta por el deporte. Gamers de todo el mundo se han profesionalizado en un chasquido de dedos y han ofrecido sus streamings para que los que tenían necesidad de contenido audiovisual y deportivo o competitivo, tuvieran la oportunidad de evadirse y disfrutar, cubriendo así la carencia que el deporte dejaba por el parón obligado. Esto ha llamado la atención del deporte tradicional, estableciendo alianzas con los creadores de contenido más influyentes de nuestro país como es Ibai Llanos, para que comente los partidos de fútbol de La Liga, e incluso del sector de la política, donde en Canarias varios Ayuntamientos han apostado por torneos de videojuegos, así como por formación virtual.

Yo me dedico al simracing (automovilismo virtual), ese deporte electrónico que ha sido incluido en las Series Olímpicas Virtuales organizadas por el Comité Olímpico Internacional (COI), cumpliendo con los objetivos de su agenda 2020+5 en la que se proponen llegar más al público joven, y promocionar así los Juegos Olímpicos a través de los videojuegos deportivos. En el caso del simracing, se ha utilizado el videojuego Gran Turismo Sport, en el que las clasificaciones terminaron recientemente, con el piloto español José Serrano clasificado para la final. Creo que la mayoría de quienes nos dedicamos al simracing nos congratulamos de que nuestra modalidad llegue a ser olímpica, ya que la pone en valor, y hace que sea más visible y conocida. Sin embargo, por otro lado, hay quien aún lo ve como un juego y prefiera el deporte tradicional del automovilismo, el de siempre, el de dispendio económico del cual, es cierto que se obtienen grandes avances tecnológicos aplicables a la vida cotidiana, pero que también crea problemas, sobre todo de carácter medioambiental. Además de crear un mundo muy elitista y de difícil acceso.

No se confundan, a mí me gusta el automovilismo, pero no por ello dejo de ser crítico con lo que veo que no me parece bien. Con el simracing me pasa igual. Me alegro de la adopción olímpica, pero estamos construyendo la casa por el tejado. En nuestro país no existe regulación que proteja a organizadores, participantes y entorno empresarial. Debemos hacer hincapié en normalizar lo que entendemos como una disciplina más del automovilismo, recogida en los estatutos de la Real Federación Española de Automovilismo (RFDEA), pero absolutamente desierta de marco regulatorio. Hoy por hoy el único marco que regula la disciplina es el dinerario, orientándolo hacia ese mundo elitista, vean la convocatoria de la temporada de automovilismo virtual de la RFDEA. Y no queremos más de lo mismo. Se deben dar pasos para, dentro de esa situación disciplinaria, regular, o bien liberarlo y dejar que otros lo regulen y hagan con el consenso de la mayoría, un simracing para todos. Debemos darnos cuenta de que hoy ha sido la pandemia, mañana puede ser otra cosa, ¿alguien puede garantizar que en una década, el deporte tradicional pueda verse afectado y deje de celebrarse? Los esports recogerán el testigo y siguen sin regularse.