La Provincia - Diario de Las Palmas

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Realidad imaginaria

Instrucciones para no hacer nada

Parece, según reciente descubrimiento, que la mejor forma para descansar de las pantallas y relajarse, es bajarse una aplicación en el teléfono móvil.

The Atlantic ha publicado un artículo sobre Calm, la app de relajación más exitosa del mundo, que ya han descargado 100 millones de usuarios. Incluso para no hacer nada hay que hacer algo: pagar 15 dólares al mes, 70 al año o 400 para toda la vida.

Su éxito pasa por sus contenidos para bajarte del tiovivo informativo, del carrusel emocional, del tren en marcha y en llamas de nuestras vidas. En la app puedes encontrar una película sobre una oveja paciendo durante ocho horas, pero también clips de cascadas y cordilleras con susurros de Nicole Kidman.

Hace poco Íñigo Errejón hablaba de lo revolucionario que podría resultar apagar el móvil y relajarse. Y del elogio a la pereza se ha escrito mucho y bien, de Bertrand Russell al yerno de Marx (que acabó, eso sí, descansando demasiado tras tomar té con cianuro).

Y me parece comprensible que no hacer nada nos resulte algo tan difícil de hacer, porque no se nos ha educado para ello. Recordarás a tu madre diciendo, después de cenar, «es la primera vez que me siento en todo el día» y en mi familia era habitual, en escasos momentos de descanso integral, escuchar: «Hay otras vidas, pero no son vida».

No es fácil no hacer nada y, sin embargo, nada más saludable que ver la lavadora centrifugar su colorido, asistir a cómo se seca la pintura de una pared, interpretar durante horas la fauna que se dibuja en las nubes o, muy bonito en catalán, badar. A la lógica capitalista no le interesa que bademos, porque pruebe a badar un ratito y se descubrirá pensando, teniendo sus propias ideas. Hay una derivada saludable, que se estila poco en estos momentos de histeria opinativa: del mismo modo que si no abres la boca no dirás una tontada, si no haces nada no harás nada malo.

Es necesario, eso sí, hacerlo cuando no toca. Decía Jerome K. Jerome en Los pensamientos ociosos de un ocioso: «Si no tienes nada que hacer, no tiene gracia no hacer nada. En ese caso perder el tiempo se convierte en una obligación».

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