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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

El país incautado

Diosdado Cabello, quien fuera de facto el número dos de la inmunda satrapía de Nicolás Maduro, es propietario desde hace unos días de la sede de El Nacional, uno de las grandes cabeceras de la rica historia del periodismo venezolano, fundada en 1944. El hermoso y decadente edificio ahora es suyo y solo suyo y esto equivale, según el criminal que llegó a presidir la asamblea nacional, a un triunfo de la libertad. Hace unos años El Nacional reprodujo (como la mitad de los periódicos del planeta) sendas informaciones de The Wall Street Journal y del ABC en las que se revelaba que Cabello estaba siendo investigado por la justicia estadounidense por presuntos delitos relacionados con el narcotráfico y varias facciones terroristas. Esa investigación de la fiscalía, solicitada por la DEA, se ha practicado en Estados Unidos, es enteramente cierta y puede consultarse asomándose un segundo a internet. Desde hace muchos años Cabello hiede. Hiede a crimen, a enriquecimiento ilícito, a matonismo salvaje y a impunidad. Y aunque ahora quien manda de verdad en las fuerzas armadas es el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, con dos hijos que estudian en Madrid y residen en un chalecito de Puerta del Hierro, el régimen no ha liquidado a Cabello. Porque el capitán Cabello sabe mucho. Tiene depósitos ingentes de información sobre Hugo, sobre Nicolás, sobre ministros y generales y las respectivas familias y camarillas de todos. Sobre la transformación de un simulacro de revolución charlatana en una dictadura exuberantemente estúpida que ha devastado social y económicamente el país para el próximo medio siglo. No le han tocado sus negocios. Y la demanda que interpuso por su honor porcino forma parte, obviamente, de sus negocios. Porque después de varios años los tribunales sentenciaron que, en efecto, los propietarios de El Nacional debían una reparación al capitán: nada menos que 13 millones de dólares. Es una delicia la sentencia. Imaginen un tribunal español estableciendo una indemnización en la divisa estadounidense. Por supuesto, no le iban a pagar a Diosdado Cabello en moneda nacional. Una cosa es ser muy bolivariano y otra distinta admitir bolívares.

Además de un negocio respetable para sus compinches, el desigual combate judicial entre el exvicepresidente y los editores de El Nacional se inserta perfectamente en la estrategia fundamental del régimen chavista de acabar con la ya muy desmochada, pisoteada y escarnecida libertad de expresión. Hace años ya que El Nacional (como el Tal Cual fundado por el admirable Teodoro Petkoff) se refugió en su web y la convirtió en la última trinchera. El papel para las rotativas, que viene del extranjero, debe comprarse en dólares, y el Gobierno gestiona férrea y ruinosamente el control cambiario. El Gobierno es quien decide si puedes comprar dólares o no, es decir, si puedes o no imprimir libros, diarios, revistas o folletos. Los accionistas de El Nacional se negaron a pagar la millonada y la antigua sede del periódico fue incautada. Imagino a Cabello con sus andares de sapo todopoderoso recorriendo con una linterna parpadeante su nuevo imperio, los húmedos y destartalados despachos de los directores, las amplias y polvorientas estancias de una redacción que ya no existe con hojas amarillentas por el suelo, las paredes descascarrilladas de los archivos con algún mueble metálico oxidándose en una esquina, las cucarachas cruzando el aire asfixiante de humedad en la tarde caraqueña, toda Venezuela es ya eso, algo que fue hermoso y bullente de vida y esperanza y que ahora está deshabitado, destruido, saboteado, hambrón y ciego, cortejado por la basura y las cucarachas, y Cabello se sienta sobre un bidón, sonríe a la habitación vacía y casi a oscuras y dice:

--Huevones de mierda. Jefe es jefe manque tenga cochochos.

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