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Alfonso González Jerez

El misterio epidemiológico

No existe ningún misterio epidemiológico alrededor de que la isla de Tenerife lidere a gran distancia distancia los contagios de covid en el Archipiélago: más del 77% de los contagios registrados en las últimas 24 horas en Canarias. El portavoz del Gobierno autónomo, Julio Pérez, explica que no puede explicar la singularidad tinerfeña, y no es una buena señal que las autoridades no puedan plantear una hipótesis convincente. Pero por supuesto que existe una hipótesis suficiente. El mismo Pérez la dibuja cuando añade que el Ejecutivo “intensificará los controles”. Porque se trata exactamente de eso. El pasado fin de semana la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife debió dedicar casi todos sus efectivos disponibles en disolver un botellón en la playa de Las Teresitas en el que participaban unas 200 personas aproximadamente. La cuestión es que cuando se marchaban los agentes de nuevo se formaba un enjambre de pibes y pibas con botellas y musicona para bailar y beber bajo la luna y liberados de las mascarillas. Casi todos los brotes con mayor número de afectados de las últimas semanas se han producido en Tenerife; los más recientes afectaban a un equipo deportivo y a las instalaciones de una industria alimentaria.

Quizás no estaría mal que algunos rastreadores –no voy a pedirle a Blas Trujillo que se ponga bañador y chanclas– se acercaran a zonas de ocio informales de jóvenes y adolescentes en Santa Cruz (zonas de baño como Valleseco, por ejemplo) no para descubrir infectados, sino para conseguir información. Información sobre locales de ocio que permiten mucha flexibilidad sobre el uso de las mascarillas, sobre fiestas de varias docenas de personas que se organizan en pocos minutos en playitas y calas y otras ocurrencias a golpe de wasap muy a menudo en el sur y suroeste de Tenerife. Son encuentros y quedadas en las que participan jóvenes de los municipios sureños y también, convocados por una excitante chismografía, adolescentes del área metropolitana, y que por eso mismo tienen un vector de contagios que se dispersa territorialmente por toda la isla. Es un fenómeno que, al parecer, no se registra en Gran Canaria, donde la dispersión de los contagiados es mucho menor. Es una pibada que, avanzada la vacunación, que ha ganado en velocidad pero que aún está muy lejos del 70% prometido antes de agosto, entiende que ya la cosa no es tan grave, que ya han aguantado lo suficiente, que los dejen vivir que el verano ya está a punto de comenzar.

Cuando uno habla con bastantes políticos, sobre todo con alcaldes y concejales, se encuentra que comparten, aunque no sea explícitamente, el hedónico hartazgo de los pibes. Están convencidos de que no se volverá al nivel 3 en Tenerife, porque sería la ruina, y que en un par de meses la incidencia de la vacuna bastará para frenar los contagios, que casi inmediatamente comenzarán a caer. Así que en realidad, en la práctica, en el comportamiento cotidiano de miles de isleños, se actúa como si estuviéramos en nivel 1 aunque el Matrix de don Julio Pérez señale el nivel 2. Yo sospecho que esa actitud permisiva permea a toda la clase política y empresarial tinerfeña. Esto está ganado y mejor echar la vista a un lado, sin hacer excesivo alboroto, y dejando que la vida se abra camino, como sentenciaba el multimillonario creador de Jurasic Park. No es así. El camino de la precipitación, la indolencia y el egoísmo conducirá, ya está conduciendo, a enfermos que verán afectadas sus vidas durante semanas, meses y quizás años, a familias angustiadas, a muertos perfectamente evitables a estas alturas, a recursos médicos y técnicos que deberían aplicarse a otras patologías. Ahora mismo eres tan irresponsable por saltarte las reglas que hace un año. Ahora mismo, si no cumples con las normas y restricciones, eres igual de estúpido y miserable que hace tres meses.

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