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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Una concordia dada por desaparecida

El indulto que fijó como irreversible Pedro Sánchez en su discurso en el Liceo de Barcelona no es, claro está, aunque algunos así lo crean, un interruptor que de inmediato desactiva las ambiciones secesionistas catalanas. Probablemente sea lo contrario, pero sí es verdad que abre otra etapa, o al menos sienta las bases para iniciarla, algo que hubiese sido totalmente imposible con los nueve del procés en presidio. La decisión del Consejo de Ministros, que rubricará el Rey, está amparada por el signo de la concordia, un nombre que ha desaparecido de la escena política nacional, pese a que fue el principal material moral que tejió la Transición, donde los españoles -no sin crueles asesinatos de la ultraderecha para socavar el objetivo de la paz- aprendieron que hasta la democracia no se podía llegar sin reequilibrar emociones. La derecha del PP, heredera de la que asumió el reformismo político del tardofranquismo, no es que tenga el corazón más seco para aceptar la concordia, sino que simplemente prefiere poner por delante el cortoplacismo electoral antes que entender el momento histórico. Entre los impulsores del indulto late la idea de que la medida de gracia profundizará en la división entre moderados y radicales alborotadores. Un horizonte que está por ver en su más calmada amplitud, pero es evidente que sin la salida de presidio de los nueve imposible saber si hay otra alternativa dentro del marco constitucional para superar el estado de enquistamiento. El gran meollo es que el partido más importante de la oposición no quiere ni desea la concordia, realmente a lo que aspira es a que los sediciosos no salgan del penal, pese a que su recolecta de firmas -que pretendía ser un plebiscito contra los indultos- ha sido un fracaso monumental. La sobrexplotación política que ha rodeado a los indultos ciega, en cierta manera, el caudal ético de la prerrogativa en su más alta graduación: la remisión para los que trataron de contradecir al Estado. Nunca el poder esta preparado para impartir tal perdón, pero está en su razón de ser. Bajar o subir el dedo.

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