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Francisco Yáñez

Observatorio

Francisco Yáñez

Datos personales en la red ¿quién controla el futuro?

La integración generalizada de Internet en nuestras vidas y el uso masivo de teléfonos inteligentes durante los últimos años ha llevado a que los humanos produzcamos una enorme cantidad de datos, que se están convirtiendo en uno de los activos más valiosos del planeta. Es un tema de vital importancia, porque toda esa información podría ser utilizada contra nosotros en el futuro, y, a pesar de ello, realmente sabemos muy poco de lo que está sucediendo. ¿Qué datos se almacenan sobre mí?, ¿en dónde se almacenan?, ¿cómo se recopilaron estos datos?, ¿para qué se han almacenado?, ¿a quién se han transmitido? Debemos conocer las respuestas, y tomar el control de nuestros datos personales.

Datos personales en la red ¿quién controla el futuro?

Todo lo que hacemos en la red deja un rastro, aunque lo hagamos de forma anónima, porque para poder conectarse los dispositivos necesitan un modo de identificarse, por eso cada uno de ellos cuenta con una dirección IP. Se podría decir, de forma ilustrativa, que es como un DNI o la matrícula de un coche. De este modo resulta sencillo ver qué dispositivos en Internet envían, solicitan y reciben información.

A veces damos datos de forma voluntaria, creando contenido y compartiéndolo en las redes sociales. Otras veces los datos se generan por la observación nuestras acciones en la web; Likes, retuits, comentarios en Facebook, búsquedas en Google, y, sobre todo, cuando utilizamos las aplicaciones gratuitas para móviles. Pero la información de mayor valor práctico es la denominada inferida, es decir, aquella que se consigue aplicando Data Minning e Inteligencia Artificial para cruzar los datos voluntarios y observados, y gracias a la cual se puede llegar a crear un perfecto avatar o identidad virtual de nosotros mismos. El uso de esta información permite que las empresas u organizaciones interesadas elaboren patrones de comportamiento y se adelanten a nuestros intereses, para poder ofrecer productos y servicios que encajarían en el «cuadro» de la persona específica a la que se dirigen. A modo de ejemplo, Amazon sabe lo que vamos a comprar antes incluso de que tengamos ese deseo, bien porque personas con un avatar similar al nuestro están haciendo esas compras, o bien porque ellos mismos se van a encargar de crear en nosotros esa necesidad.

Pero, ¿quién quiere tener acceso a nuestra información? Principalmente existen tres partes interesadas: los servicios de espionaje de los diferentes países, como ya han tenido que reconocer en varias ocasiones las agencias de inteligencia de Estados Unidos y Reino Unido; las empresas, para vendernos sus productos y servicios a medida; y los data brokers, que son compañías especializadas que se lucran almacenando y vendiendo nuestra información, lo cual es legal, aunque no lo parezca, al menos por ahora. Las más conocidas son Facebook y Google, pero existen muchas otras como Acxiom, Corelogic, Datalogix, eBureau, ID Anallytics, Intelius, PeekYou, Rapleaf y Recorded Future. Estas empresas lo saben todo de nosotros, nuestra edad, domicilio, estado civil, nivel educativo, cómo es nuestra familia, quienes son nuestros amigos, nuestros datos judiciales, la situación y solvencia financiera, deudas, hábito de compras, métodos de pago, actividades de ocio, mascotas, inclinaciones políticas e ideología, los viajes que hemos realizado, o incluso los datos sobre nuestra salud. Si quisiéramos que nuestro historial desapareciera de sus bases de datos tendríamos que comunicárselo a cada una de ellas, lo cual como podemos imaginar no es nada fácil, por eso la mejor acción es la preventiva.

¿Y cómo se recopilaron nuestros datos? Con una estrategia simple, ofrecer un servicio o un producto gratuito a cambio de datos personales, porque, al final de todo, como dicen en Silicon Valley, si un producto es gratis, es porque el producto eres tú

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¿Y cómo se recopilaron nuestros datos? Pues con una estrategia verdaderamente simple, ofrecer un servicio o un producto gratuito a cambio de datos personales, porque al final de todo, como dicen en Silicon Valley, si un producto es gratis, es porque el producto eres tú. Ahora estamos en un período de transición en la historia de Internet. Inicialmente, su uso se ha basado en que las personas han compartido mucha información personal o no se han preocupado lo suficiente para evitarlo. Pero esta situación está empezando a cambiar. Por una parte, tenemos una mayor cultura de los internautas, y, por otra parte, estamos observando cómo muchas organizaciones y expertos empiezan a realizar propuestas para crear un movimiento laboral de datos para obligar a los monopolios digitales a compensar económicamente a las personas por compartir o ceder su información personal.

Pero el problema principal de todo este asunto surge cuando algunas empresas, después de obtener nuestros datos, se saltan la normativa. La Ley General de Protección de Datos (LGPD) especifica que el usuario debe dar un consentimiento explícito para que su información personal se use para un determinado fin, y no para cualquier otro. Es decir, tan importante es la propiedad, como la finalidad. Un claro ejemplo de mala praxis ha sido el caso de Facebook y Cambridge Analytica. En teoría el uso de los datos estaba destinado a un estudio académico, y con ese fin se hicieron numerosos test de personalidad. Cambridge Analytica consiguió la información de 50 millones de usuarios y cruzó estos datos con su actividad en Facebook. El resultado fue un perfecto perfil psicológico de cada una de estas personas, lo cual permitía identificar su tendencia de voto. Y el gran negocio estaba en dirigir campañas de desinformación a los indecisos para manipular su intención de voto en favor del partido que contratase sus servicios. Así de simple y de preocupante al mismo tiempo, el futuro de la política mundial en manos de los que tienen nuestros datos y pueden informar, y desinformar. Esto nos lleva a plantear la siguiente reflexión, obligada y necesaria,… ¿quién controla el futuro?

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