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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

‘Panchicharrerismo’

La historia se repite, ahora en el territorio de la salud pública y en la cogobernanza de la pandemia. Uno escogería con gusto la opción de no tener que escribir de algo tan desagradable como el chicharrerismo, dado que es sinónimo de atraso y del fracaso colectivo de una región. Pero resulta inevitable. La Consejería de Sanidad ha reconocido a través de un informe que Tenerife no estaba en disposición objetiva para bajar al nivel 2, aunque ahora debe explicar qué razones le llevaron al cambio dado lo que está en juego. Asimilamos desde hace varias semanas que el número de casos que se detectan en la isla vecina lastra la recuperación del Archipiélago, sin ir más lejos con el restablecimiento de la normalidad turística. Blas Trujillo tendrá que aclarar donde corresponda la licencia obtenida por Tenerife, mientras el resto nos dedicábamos a hacer los deberes de manera escrupulosa. Resulta inaudito la aplicación de dos velocidades a la hora de afrontar la pandemia, una aclimatada a las consideraciones institucionales que tiene a bien tomar -y desarrollar- los que tienen cifras récord, y otra que corresponde al común de los isleños.

En este punto resultan más que ilustrativas unas declaraciones del presidente del Colegio de Médicos de Tenerife, que pone en la picota del descrédito a los ayuntamientos por no vigilar las medidas de protección de los locales abiertos -o sea barras de bares- al público, así como el relajamiento en cuanto al cobro de las sanciones. Urge por tanto una autocrítica y no un ofrecimiento como el que ha hecho el alcalde Bermúdez, que pone a disposición de la restauración y hostelería sus letrados para recurrir el nivel 3 ante el Surpremo. La tierra picuda siempre ha querido ir a su bola, incluso no faltan los que creen que se está ante una conspiración en tiempo y forma de Gran Canaria, que maneja los hilos para hundirlos en la miseria. Boris Johnson, como es sabido, no desagrega cada isla a la hora de poner al día su semáforo para la circulación de turistas, sino que cambia de color calibrando el pack entero. Es evidente que el sistema tinerfeño, si tiene alguno, perjudica seriamente a los otros territorios del Archipiélago.

Se argumenta que el alto número de jóvenes es una de las causas del crecimiento de los casos de Covid-19 en Tenerife. Nadie niega que contribuya a ello, sobre todo por la laxitud con la que esta franja de población afronta las restricciones. Pero la constante alcista también lleva a la conclusión de que hay un cierto relax por parte de los responsables, un panchicharerrismo que viene de hiperpandemia pero también de una dejación dominadora que puede abarcar Canarias de extremo a extremo, pese a que el resto se fuerza por alcanzar su objetivo. Por desgracia, rula un supremacismo que entronca con una insolidaridad ardiente, rasgo inequívoco desde las añejas relaciones interinsulares, un pleitismo ahora en versión covidiana.

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