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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Entrevista en Casa Patas

Ángel Víctor Torres había quedado citado en Casa Patas, el tablao flamenco por antonomasia de Madrid, a las once y media de la noche, porque la ministra ni terminaba jamás su jornada laboral antes ni quería que la descubrieran con el presidente de Canarias, al que en el Ministerio de Hacienda ya le llamaban la Cúpula del Trueno, según otros por su rotunda y magnética personalidad, según los más informados, por el corte de pelo. Torres se había hecho acompañar por Ricardo Pérez, su viceconsejero de Comunicación, que se mostraba desconfiado.

--¿Pero qué te pasa, Ricardo? ¿Por qué estás tan mosqueado?

--No me gusta la respuesta inicial del Ministerio. Le dije que querías hablar hoy mismo con la ministra y me dijeron que si tablao… Le insistí. Le dije terminantemente que no habíamos hablao nada. Que por eso queríamos la reunión.

-- Ricardo, tablao, tablao.

-- ¿Y entonces a qué vinimos aquí? Este sitio me da grima.

Torres suspiró profundamente. A veces no era capaz de entender todo lo que ocurría. Había dedicado sus lágrimas, su sudor y su perímetro abdominal a salvar a Canarias de incendios, olas de calor, quiebras turísticas, una pandemia universal, más quiebras ya de todo el mundo, salvarla de CC en la oposición y de Podemos en el Gobierno, salvarla de la televisión autonómica, salvarla de María José Guerra Palmero y de Teresa Cruz, salvarla de sí misma, y ahora debía además salvarla de una ministra que no es que no conociera el REF, sino que le daba lo mismo. Cuando hace unos años le comenzaron a hablar del REF Montero creyó que se trataba de un animal autóctono de Canarias que viajaba con la rapidez de una ráfaga de aire entre los cocoteros. Después se enteró que se trataba de una ley, pero no había tenido tiempo de profundizar mucho más. Cuando Torres comenzaba a desesperarse se abrió la puerta y apareció la ministra con traje de flamenca, un traje rojo y de grandes lunares negros, y saludó a los canarios con un golpe certero que abrió una abanico con la imagen hermosamente bordada del rostro de Pedro Sánchez.

--Otra vez, Angelvictor… Pero arregla esa cara quillo. No seas Víctor, hay que ser victoria.

María Jesús Montero saltó de un brinco al escenario y comenzó a bailar un fandango animado por un trío de guitarristas de la Andalucía Film Comission. Repentinamente todo quedó a oscuras. Se escucharon varios acordes y entonces volvió la luz, pero concentrada en un potentísimo foco que derramaba prístina claridad sobre la figura de la ministra, con un cigarrillo en una mano y un micrófono en la otra. Montero comenzó a cantar con mucho sentimiento e inflexiones aguardentosas:

Si los huesos me partieran

como parten los piñones

no me dolerían tanto

como el REF de los cojo…

Entonces la luz se desintegró de nuevo. Torres y Pérez, encajonados en sus sillas, esperaban lo inesperable. Un guitarrista apareció con un quinqué e iluminó la escena.

--A ver si el Gobierno arregla de nueva vez lo de la tarifa eléctrica. Andad, ir con Dios.

El presidente y su viceconsejero se marcharon buscando a tientas la salida. Montero le pidió fuego a uno de los guitarristas.

--¿Qué silencio, no? Parece que ha pasado un ángel.

Y todos rieron.

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