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Fernando Canellada

Azul atlántico

Fernando Canellada

Pablo Díaz, un empollón admirado

El violinista canario Pablo Díaz, ganador del concurso televisivo Pasapalabra, se ha convertido en un héroe popular tras enfrentarse en 260 programas al Rosco y estar 12 veces a una palabra de conseguirlo. El joven tinerfeño, con gran dominio del lenguaje, se lanzó a la aventura por sugerencia de su abuela Conchita y a sus 24 años el éxito televisivo ya le ha reportado 1.828.000 euros.

Después de escucharle en emisoras y televisiones y leer entrevistas se puede concluir que Pablo Díaz, tras el triunfo televisivo, atesora lo que la mayoría aspira: salud, dinero y amor. Un camerino televisivo le permitió conocer en persona a la que hoy es su novia y con la que mantenía relaciones en las redes sociales, atraídos ambos por sus pasiones musicales.

Su éxito va acompañado de una explicación y de un mensaje políticamente incorrecto. No aboga por el buen rollito ni defiende que los concursantes tengan que ser felices. Pablo Díaz habla de esfuerzo, estudio y de la motiviación de disfrutar aprendiendo. Utiliza, con cautela, la expresión empollón para describirse cuando relata cómo se había preparado para comerse el Rosco. Es un empollón admirado por todos. La eterna fórmula del estudio. Nada nuevo bajo el sol. Qué poco moderno. Frente a los gurús de la educación que ya habían superado lo del esfuerzo y el estudio, llega este violinista, gamer y triunfador en Pasapalabra y se atreve a decir que estudió y leyó mucho. Ha ganado en virtud a sus merecimientos. A diferencia de la modernidad educativa, el Rosco no se lo lleva el que suspende aunque pase de curso. Ni se consigue con planes de resiliencia. Es tradicional y, si se apuran, recomendablemente elitista lo que hace Pablo Díaz. Toca el violín y se gastará el dinero del premio en ampliar estudios. En fin, un admirado profesor que se jubiló ya en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero pero que había empezado a ejercer la docencia en el régimen anterior lo resumía con la fórmula de las tres ‘c’: codos, cabeza y culo.

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