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Javier Durán

Retiro lo escrito

Javier Durán

Mueren dos opiáceos

Separados por un espacio temporal mínimo desaparecen dos opiáceos, cada uno a su manera, que marcaron el entretenimiento de los españoles durante décadas.

Tico Medina y Raffaella Carrà contribuyeron hasta que llegaron los nuevos contenidos culturales (y los hábitos) al ejercicio de la evasión. El primero, puso en circulación un periodismo, que, a día hoy, resulta casposo y encajable en una sociedad llena de las carencias socioculturales del franquismo. Unas fallas estructurales que no impidieron que el reportero se lanzara a la exclusiva de entrevistas a grandes personajes de la historia -muchas de ellas publicadas en este periódico- en una época, como comenta un amigo, en la que el diario Pueblo tenía hasta una sección dedicada a los ovnis. Tico Medina, por tanto, estaba en sintonía con el papanatismo social de un tiempo donde había que reanimarse continuamente, igual que con la copita de Fundador.

Raffaella Carrà consiguió un recorrido más largo, también gracias a la devoción que le tenía -e imagino que después de muerta más- el movimiento homosexual. Sus giros elásticos en las primeras televisiones en color y su melena rubia hicieron las delicias, claro está, de una tribu necesitada, una vez más, de la reanimación, a la que la italiana llamaba -Hay que venir al Sur- al paraíso para la perdición, porque ella misma, aunque fuese en la febril imaginación, era en sí una desviación cuyo destino algunos veían como una herejía. Y Tico tuvo en el 2000 y algo una reaparición periodística, rebotado ya de sus programas de televisión Blaupunkt con transformador, y con la prensa de sus años metida en hemerotecas alcanforadas. Me tocó corregir alguna vez su originales escritos a mano (creo recordar), llegados por fax e intoxicados de correcciones que lo convertían en un jeroglífico. Igual que vino desapareció. La experiencia fue estrambótica. Había entrevistado al Che Guevara o a Fidel Castro, algo que en el periodismo no se borra así como así, y ello merece una inclinación en el manicomio que son las redacciones.

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