La Provincia - Diario de Las Palmas

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Apunte

Todos somos Álvaro Morata

El fútbol, ese deporte que nos apasiona a (casi) todos, es sin ningún género de dudas la disciplina más injusta que existe. Es verdad que a ese don de ser injusto, el fútbol, claro, añade la virtud (dicen) de ser tremendamente apasionante y, sobre todo, incierto.

Yo, e igual muy pocos más, preferiría que fuese totalmente previsible cuando un equipo es mejor que el otro y, al final, recibiera el merecido premio. Pero, estamos hablando del único deporte en el que los árbitros (y ahora hasta el VAR) se suman a la ecuación de injusticia+incertidumbre y acaban convirtiendo un equipo menor, perdón, peor, en ganador.

Eso puede ocurrir en el fútbol cada dos por tres y muy difícilmente pasa en fútbol sala, baloncesto, balonmano, waterpolo, voleibol o hockey. España fue mejor, en casi todo, que Italia. Por fin, la selección del polémico Luis Enrique (alguien le podría decir, no sé, ese psicólogo de cabecera que dijo tener cuando estaba en el Barça, que se pueden cumplir los mismos objetivos o mejores sin ser tan áspero, tan prota, tan líder, tan pasota) se enfrentaba a un equipo de verdad (y fue eliminada), pero lució sus mejores galas. E insisto (como todo el mundo), mereció más. Mereció pasar.

Muchas veces no hace falta ganar para ser grande, inmenso, gustar, hacer disfrutar y deleitar a tu gente. Por ejemplo, en este España-Italia. Que es lindísimo ganar ¡por supuesto!, pero cuando uno es joven, valiente, atrevido, cómplice y tiene ganas de demostrar lo que vale, como ha demostrado esta selección atrevida de Lucho, el líder, a uno le entran ganas de tener ese mismo espíritu de pelea, de lucha, de compañerismo, de complicidad y de disfrute que han demostrado todos ellos, todos, todos.

Por eso ayer cuando vi que el gran, el tremendo, el inigualable, el ganador, el Pedri, Iniesta, Xavi y Mbappé de las motos, Marc Márquez, nada más levantarse para irse a entrenar (está disfrutando de sus primeros días de vacaciones en los dos últimos años, pues ha sufrido cinco operaciones consecutivas), se ponía la camiseta de España y colgaba en las redes sociales que «hoy me apetece ir a entrenar con la camiseta dela @SeFutbol a ver si se me contagia la misma fuerza que demostraron ayer: actitud, ganas y entrega», pensé que tanto Álvaro Morata como Alice Campello deberían olvidar, despreciar, todo ese ruido de la redes sociales, que es, simplemente, pura basura. Y disfrutar de lo hecho y provocado: alegría. Sí, ya sé, amenazaban a sus hijos, pero pura basura.

¿Y saben por qué lo digo? Pues se lo explicaré, porque esa misma basura es la que se ha pasado la vida insultando a Marc Márquez por no sacar a pasear la bandera de España cuando gana (y gana mucho ¡en los últimos 10 años más que nadie!), llamándole de todo. Márquez jamás ha contestado. Y ayer, para enmudecer a todos esos memos, tuvo el mejor y más bello gesto para cerrar bocas: salir a entrenarse con la camiseta de la Roja.

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