La Provincia - Diario de Las Palmas

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Israel Reyes

No sin mi siesta

Todos sabemos de la importancia del descanso, las horas de sueño durante la noche y las fases del sueño y sus beneficios para la salud pero desde la sentencia del pasado lunes sobre el Carnaval de Día de Vegueta sabemos que el descanso durante el día, es igual o más importante. Además, si te lo niegan unas mascaritas ruidosas y meonas te indemnizan con 2.000 euros por dos tardes de siestas perdidas.

Esta no es la introducción de un monologo del Club de la Comedia; es una modesta reflexión sobre los aspectos divinos y humanos de la sentencia que insta al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria a trasladar el Carnaval de Día de Vegueta a otro lugar. Y digo yo que para que se siga llamado igual, habrá que trasladar al barrio también y dejar solo en el margen del Guiniguada a los tres vecinos que realizan la denuncia. También es importante conocer que este éxito judicial nace del mismo bufette de abogados que gestionó la demanda de los vecinos de Simón Bolívar ( zona Santa Catalina) y que consiguieron el acuerdo in extremis con el anterior grupo de gobierno. Un acuerdo que nos limita horarios, espacios, decibelios y es posible que incluso, en breve, el tipo de canciones que se puedan poner o no en las noches de Carnaval. Aseguro que lo han intentado, dentro de su eficaz presión inspirada en la suculenta minuta incluida en el acuerdo económico que abona el erario público.

No es necesario recordar la historia del origen de la fiesta de Don Carnal vinculada al histórico barrio de Vegueta. O sí, porque el hecho de ser considerada fiesta de interés turístico regional y nacional no son fundamentos de peso para el juez que instruye el caso y no haya tenido alguna consideración a la hora de anteponer los intereses generales de la ciudad a los de los tres denunciantes. No nos vale ni la historia, ni el reclamo turístico, ni la generación de actividad económica y mucho menos la alegría que disfrutan los contribuyentes. No, la siesta es sagrada.

Las mascaritas meonas que celebraban el Carnaval de día hasta hace un año han estado a punto de perder. La sentencia se va a recurrir, pero al día de hoy han perdido otro espacio de encuentro al calor del sol y a la sombra del barrio solariego. Hemos perdido otro pedazo de identidad. Según la sentencia, además del ruido diurno, porque el evento termina a las 20.00 horas, las meadas y la imposibilidad de transitar durante esas horas con normalidad impiden a estas familias tener un sábado al año tranquilo; los 51 sábados restantes entendemos que están condenados a un silencio perpetuo que sin él sienten un vacío existencial que les puede obligar a pensar en sus vidas y su futuro. Lo sé, me pongo surrealista porque se me hace imposible entender qué motiva a estas personas a diseñar y financiar un procedimiento judicial para prohibir la celebración de una fiesta, un día al año. Me pregunto: ¿sentirán que no están invitados, siendo de alguna manera los anfitriones?

Argumenta la sentencia que el ruido que se genera a partir de las 22.00 horas con los camiones de limpieza y el desmontaje de los escenarios e infraestructuras producen tantas molestias que crean un deshasosiego tal que es mejor mandar a El Sebadal a las 30.000 mascaritas meonas en lugar de irse a merendar al Corte Inglés esa tarde los tres vecinos. Pero es así. Repito, no es un monologo del Club de la Comedia; son los argumentos de la sentencia. Y lo de los meados incontrolados es la otra gran tragedia de la fiesta y lo recoge la sentencia aunque los camiones de limpieza están listos para dejar el empedrado como los chorros del oro resulta que hacen ruido y ya es de noche. Y claro, sin siesta y encima esperar a las 00.30 horas para poder dormir un sábado al año, es una situación inhuma.

¿Qué nos queda? Recordar que el evento lo idearon los empresarios de Vegueta, que sostienen la economía como pueden y que son los mismos que dan un servicio magnífico en Semana Santa o en las tardes de viernes de otoño cuando todos disfrutamos, incluidos los tres vecinos, de los jueves del pincho o la tapa con los amigos. Esos mismos empresarios que buscan aliarse con la ciudad y crearon este evento que creció tanto que decidieron coordinarlo con el Ayuntamiento para proteger a los vecinos del barrio, pero para compartirlo y disfrutarlo con toda la ciudad.

Antes de que despertemos de la siesta, seguro que recuperaremos la fiesta, que sabemos que hace falta para la economía y para el alma. Busquemos la convivencia, compartamos la ciudad, que es de todos, siempre respetando las normas y las decisiones judiciales. A los vecinos denunciantes que recuerden a Sindo Saavedra: “abran puertas y déjenme entrar...” Y ustedes solo tienen que bajar, con su “mejor disfraz” y verán “que la vida la sienten vivir….

Palmenses, mascaritas, murgueros, comparseras, reinas y drags no perdamos ni el sentido común ni la empatía, es una de nuestras señas de identidad. Estoy seguro que podemos divertirnos sanamente una tarde de sábado al año, disfrazados de Lolita Pluma o de Mosqueter. Lo hemos hecho durante años y eso debería ser motivo de orgullo, y el que no lo sienta así que se aplique el cuento del respeto y respete.

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