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Xavier Carmaniu Mainadé

Entender+ Con la Historia

Xavier Carmaniu Mainadé

Martes 13, 2.000 años de mala suerte

Si hoy al mirar el calendario ha pensado que no sería un buen día, no se extrañe. Sus temores son herederos de más de 2.000 años de historia, porque esto que ahora es una simple superstición que nos puede hacer sonreír ayuda a explicar nuestros orígenes como civilización.

Para entender qué culpa tienen los martes 13 de tener que soportar tan mala fama, lo primero que hay que saber es que los nombres de la semana están dedicados a un elemento o una divinidad. Así, hoy es el día de Marte, que según los romanos era el dios de la guerra. La concepción que ahora se tiene de la religión romana está condicionada por los dos milenios de cristianismo, que ha explicado al mundo que las creencias anteriores eran paganas y poco más que historietas mitológicas, cuando en realidad el peso de la religión en aquellos tiempos era importantísimo e influía en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Es decir, que los romanos no hacían nada susceptible de enojar a sus divinidades, no fuera que luego se volvieran en su contra. Así pues, desde su perspectiva, es del todo comprensible que desaconsejasen contraer matrimonio o iniciar cualquier tipo de empresa o negocio un martes, porque si era el día del dios de la guerra, cualquier cosa que comenzara aquella jornada estaría marcada por la discordia y el conflicto. De aquí que en castellano se diga la famosa frase «martes, ni te cases ni te embarques». Este embarcarse podía ser literal, hay que recordar que los negocios se hacían sobre todo por vía marítima, o figurado, en el sentido de iniciar algún nuevo proyecto.

Y si los martes eran gafe para los romanos, los 13 tradicionalmente lo han sido para los cristianos. Este era el número de asistentes que participaron en la Santa Cena, que terminó con la detención de Jesús, traicionado por uno de sus apóstoles llamado Judas. O sea que en aquella última comida sobraba un comensal. Además se cree que la crucifixión se produjo un día 13, y como era viernes (el actual Viernes Santo de nuestra Semana Santa), en muchos países en vez de temer los martes, creen que son los viernes 13 los que traen mala suerte.

La obsesión por el número 13 está también presente en otras culturas y religiones. En la cábala judía es la cifra que representa los espíritus malignos; en el Apocalipsis, el Anticristo aparece –¡como no!– en el capítulo decimotercero, y por parte de los vikingos este número se asocia a Loki, dios del fuego y del engaño, en el que encontraron inspiración los de Marvel para crear un antagonista a Thor, como sabrán los aficionados al mundo del cómic y los superhéroes.

El azar de algunos hechos históricos ha permitido reforzar esta idea de las fechas malditas. Por ejemplo, la persecución contra los miembros de la Orden del Temple por parte del Vaticano empezó el viernes 13 de octubre de 1307. En cambio, aunque se suele decir que los otomanos conquistaron Constantinopla un martes 13, en realidad fue el 29 de mayo de 1453.

Sea como sea, la mezcla formada por el sustrato cultural de la romanización por una parte, combinada con la omnipresencia del cristianismo en todos los ámbitos sociales desde la Edad Media por otra, ha dado origen al temido martes 13 en los países del área hispana. En cambio, en las zonas del centro y del norte de Europa –y por extensión en los Estados Unidos de América– el día gafe es el viernes 13.

Aunque la mayoría de personas se lo toman bastante a la ligera, hay quien se ve muy afectado por esta cuestión. De hecho, se ha acuñado el término triscaidecafobia para definir el miedo irracional al número 13 que tienen algunos individuos.

Es una cuestión tan arraigada en nuestro mundo que la cifra ha quedado excluida de determinados ámbitos públicos, donde hay quien no vería con muy buenos ojos tener relación con el 13. Por ejemplo, los rascacielos es habitual que a la hora de enumerar las plantas, se lo salten para pasar del 12 al 14. Algo similar también se produce en las filas de los asientos de los aviones. No sea que toda la ingeniería aeronáutica fallara por culpa de poner un cartelito con un 13 en unas cuantas butacas.

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