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Joaquín Rábago

Papel vegetal

Joaquín Rábago

Fisuras en la ultraderecha

La ultraderecha europea dista de ser un bloque monolítico por más que sus dirigentes traten de dar impresión de unidad con llamamientos conjuntos de sus dos grupos principales: los Conservadores y Reformistas Europeos y el autodenominado Identidad y Democracia.

Hace unos días, las principales fuerzas nacionales integradas en ambos grupos del Parlamento de Estrasburgo publicaron una «declaración conjunta sobre el futuro de Europa» que se oponía a la idea de seguir dando pasos decididos hacia la integración del viejo continente.

El documento en cuestión debía servir de base a una «labor cultural y político conjunta» aunque los representantes de Ley y Justicia, el partido gobernante en Polonia, quisieron dejar claro que no se trataba de fusionar a los dos grupos en uno solo.

Tal aclaración tiene peso viniendo de un partido que con sus veintisiete eurodiputados representa cerca de la mitad de los integrantes del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos.

Sin embargo, desde las filas de la Agrupación Nacional de la francesa Marine Le Pen se sostuvo casi lo contrario. Y tanto ésta como el líder de la Lega italiana, Matteo Salvini, dominan el segundo grupo, Identidad y Democracia, con 23 y 25 parlamentarios respectivamente de los 71 que lo integran.

De juntarse ambos eurogrupos, constituirían el tercer bloque político del Parlamento, detrás del Partido Popular Europeo y de la Alianza de socialistas y Demócratas, y tendrían derecho a ocupar puestos en los órganos directivos y futuros comités.

Sin embargo, hay fracturas que aquéllos no han logrado superar hasta ahora: la primera tiene que ver con su distinta relación con la Rusia de Vladimir Putin.

Los polacos ven en el presidente ruso la mayor amenaza actual para Europa mientras que tanto Le Pen como Salvini no ocultan en cambio su admiración por Putin, el hombre fuerte de Rusia.

Insistieron los primeros en que la declaración conjunta incluyese un párrafo sobre la importante contribución de la OTAN a la seguridad europea mientras que Le Pen aboga por el abandono de la Alianza.

Como explica el diario alemán Frankfurter Allgemeine, se trata de un conflicto sin resolver entre «transatlánticos», partidarios de una relación estrecha con Washington), y «euroasiáticos», que abogan en cambio por el acercamiento a Moscú.

Le Pen quiso además distanciarse de un párrafo de la declaración conjunta que habla en términos positivos del proceso de integración europea por haber contribuido a mantener la paz y crear «estructuras de colaboración duraderas».

Ese párrafo, que desapareció de la versión francesa del documento, está, según la líder de la Agrupación Nacional francesa, en contradicción con «la Europa de las naciones» por la que ella y otros abogan.

Integración e independencia nacional son incompatibles para Le Pen, que considera a la Unión Europea el «brazo armado» de la globalización, del que hay que liberarse.

Entre los partidos que comulgan con la declaración está también el homófobo y xenófobo Fidesz, del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que abandonó el Partido Popular Europeo y no oculta su intención de unirse a las ultraderechas del continente.

Orbán ha mantenido a ese propósito conversaciones tanto con el jefe del Gobierno polaco, Mateusz Morawiecki, como con la líder del partido ultraderechista Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), Giorgia Meloni, sin que ello se haya traducido en la adscripción de su partido a uno de los grupos ya existentes.

Por cierto, que el partido de Meloni le pisa ya los talones a la Lega de Salvini y, con un 20 por ciento de aceptación, según los últimos sondeos, va incluso ligeramente por delante del Partido Democrático, de Enrico Letta, heredero del socialdemócrata. ¡Pobre Italia!

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