La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lucas López

Reflexión

Lucas López

Impuestos

Aunque seguramente motivos más profundos provocaron el conflicto que desde mayo golpea Colombia, la causa visible ha sido una propuesta de reforma de los impuestos que, desde la perspectiva de buena parte de la población, castiga a las clases medias y a los hogares más empobrecidos.

Conocí a Xavier Casanovas al poco tiempo de que lo hicieran director del centro Cristianisme i Justícia, de los jesuitas en Barcelona. Matemático y miembro de la Plataforma por una fiscalidad justa pasaba a liderar una institución en la que trabajaba desde hacía unos años. Durante su mandato no abandonó su preocupación por los temas fiscales. En conversación radiofónica en ECCA, fue él quien me hizo conocer la anécdota en la que el magnate norteamericano Warren Buffet, siempre entre los primeros de la lista Forbes, aseguraba que él pagaba menos impuestos que su secretaria.

Una política fiscal apropiada supone beneficios económicos para el conjunto de la sociedad. Lo experimentó Europa tras la Segunda Guerra Mundial y se sumó la sociedad española a esa experiencia tras la transición política. El 8 de septiembre de 1978 se aprobó la Ley 44/78 del impuesto sobre la renta de las personas físicas. Unos meses después, en diciembre, se aprobaría la ley del impuesto de sociedades. Recuerdo a mis padres, ambos funcionarios, en torno a una mesa con un montón de papeles haciendo su declaración de la renta. En medio del diálogo en el que participábamos sus hijos adolescentes, mi padre sentenció: «Ahora pagarán más los ricos. Es lo justo». A pesar del ciclo económico de crisis, se ponía en marcha una fiscalidad directa, personal y progresiva sobre la renta personal, haciendo más clara la contribución al esfuerzo común y posibilitando la modernización del gasto público.

Posteriormente, en la Facultad de Teología de Granada, completaba los estudios de teología moral de la mano del profesor Ildefonso Camacho SJ, que insistía en los estudios económicos para que la reflexión de la teología moral no se montara sobre una visión utópica, sino sobre la realidad. Nos acercábamos a la Doctrina Social de la Iglesia conociendo los contextos en que habían sido publicados los diferentes documentos y estudiando las herramientas que la sociología, la economía o la politología ponían en nuestras manos. Repasábamos entonces cómo en 1981 la encíclica Rerum Novarum de León XIII, primer paso de la Doctrina Social de la Iglesia, era inexplicable sin los cambios del siglo XIX y la crisis social que conllevaba la industrialización liberal. Del mismo modo, comprendíamos mejor Quadragesimo Anno (Pío XI, 1931) estudiando, a la vez, la crisis de la república de Weimar, con su hiperinflación, y el crack de 1929 y sus consecuencias sociales, las que, de alguna manera, llevaron al triunfo de los totalitarismos y la guerra.

Las clases del profesor Camacho transcurrían cuando Thatcher y Reagan impulsaban un profundo cuestionamiento del consenso socialdemócrata de la postguerra europea. Se rompía el acuerdo sobre una economía de libre mercado, controlada desde una política fiscal progresiva, la intervención pública en sectores estratégicos y el despliegue de un estado protector en sanidad, educación, políticas asistenciales y de promoción de empleo. El nuevo tiempo apuntaba hacia la desregulación financiera, la privatización del sector público en economía, la globalización de los mercados y el fomento de un crecimiento económico prescindiendo de políticas encaminadas a mantener la igualdad y la cohesión social. Desde entonces, el producto mundial bruto ha crecido de manera exponencial, pero crece la desigualdad y la miseria en que viven millones de personas.

Desde los años 50 y 60, en que las personas más ricas pagaban tasas fiscales notoriamente superiores a las de las clases medias, el esfuerzo fiscal de las fortunas ha ido cayendo por debajo de «su secretaria». No olvidamos el dumping fiscal de Irlanda atrayendo a los gigantes de las TIC; o lo sucedido tras la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea: ofrecimos rebajas fiscales a las empresas de la City que necesitaban un nuevo domicilio europeo. Nos pusimos a ello con la esperanza de atraer miles de empleos, compitiendo con plazas como Frankfurt, Luxemburgo o Milán. En palabras de Xavier Casanovas se desató una «subasta a la baja» de obligaciones fiscales. Era especialmente doloroso en tiempos de deuda pública y de urgente necesidad de recursos para los servicios estatales de salud, educación y protección social destinados a las clases medias y a los hogares más empobrecidos.

No es misión de la teología pública y de la Doctrina Social de la Iglesia establecer cuál es la política fiscal apropiada, pero sí le corresponde proponer y defender algunos irrenunciables éticos: que los bienes tienen como destino a la humanidad entera, sobre todo cuando está la vida en juego; que nadie es dueño del planeta, que meramente administramos lo que hemos recibido y debemos pasar a la siguiente generación; que, por tanto, el derecho a la propiedad privada siempre está condicionado al bien común y que la acumulación individual acaba por generar la depredación del planeta y de las demás personas, hijas e hijos del mismo Dios o, si prefieren, miembros de esa gran fraternidad que es la familia humana.

De la mano del profesor Camacho y del director Casanovas, sabemos que la Doctrina Social de la Iglesia nos invita a hacer la declaración de la renta convencidos de que quienes más tenemos más debemos contribuir a sostener una cohesión social y unos servicios públicos que ayudan a evitar una desigualdad desmesurada y a promover una convivencia pacífica y responsable, aquí y en Colombia.

Compartir el artículo

stats