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ANÁLISIS

El nuevo mapa de la derecha

Acabada la fuerza centrípeta de Cs que obligó a los populares a modernizarse, es la fuerza centrífuga de Vox la que arrastra a un PP dispuesto a todo para llegar al poder

Archivo - (I-D) El líder de Vox, Santiago Abascal; el portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros; y la portavoz adjunta de Vox en el Congreso, Macarena Olona EUROPA PRESS/E. Parra. POOL - Europa Press

La política es un ecosistema vivo en constante cambio y evolución, donde la mano invisible del votante va equilibrando la oferta en función de la demanda. En 2015 hubo una fuerte reconfiguración del sistema de partidos pasando de un bipartidismo imperfecto a un pluripartidismo en la que se pusieron en cuestión el liderazgo de los partidos alfa o referentes a ambos lados ideológicos, amenazados por el sorpaso de sus competidores nuevos. Unidos en la fragmentación, no les quedó otra que entenderse tras duras estrategias de confrontación para ganar terreno e inaugurar un nuevo tiempo de gobiernos de coalición haciendo virtud de la pura necesidad.

En la actualidad, la pugna de los tradicionales contra los ya no tan nuevos ha mutado; en el espacio de la izquierda parece más asentado, a pesar de que UP no ha tocado suelo todavía, el trasvase entre morados y socialistas no resulta significativo. Sin embargo, en el espacio de la derecha el trasvase entre unos partidos y otros está reconfigurando el mapa político y dando opciones al PP de recuperar el Gobierno central absorbiendo a Ciudadanos y admitiendo el coste reputacional de saberse condenado a entenderse con Vox. ¿Dónde está la derecha?

Ciudadanos acaba de celebrar una conferencia política ideada como cataplasma seudomilagrosa para intentar frenar la sangría de pérdida de cargos públicos y gobiernos que llevan experimentando desde 2019. El liderazgo de Inés Arrimadas no acaba de fraguar y los populares lo saben, por ello, no dudan en seguir con la opa hostil capitaneada oficialmente por Fran Hervías.

La debilidad orgánica de la dirección de Arrimadas es tan fuerte que no es capaz de controlar el posicionamiento de sus gobiernos ni el transfuguismo sistémico que empezó en Catalunya, continuó en Murcia y se extiende como una mancha de aceite por toda España, mancha que será cada vez más grande conforme se vayan acercando los procesos electorales del nuevo ciclo: sálvese quien pueda.

En la jugada final, el PP no necesitará ofrecerle nada a Arrimadas por los restos del naufragio, porque todo el botín ya habrá sido saqueado. La dirección de los naranjas en su conferencia política lo ha fiado todo a la marca liberal, añadiendo el ecologismo y la lucha contra el populismo como factor diferencial del PP. Sin embargo, cómo van a ser creíbles si cuando sus socios europeos les dicen que la única receta contra el populismo es el cordón sanitario tienen que mirar para otro lado para que no les vean las mejillas sonrojadas por el bochorno.

Alivio popular

Entre las filas populares andan más aliviados. Desde que se quitaran de encima el lastre del pacto antitransfuguismo han salido a pescar en aguas naranjas sin remordimientos ni censuras. Conservaron el Gobierno de Murcia a golpe de «sólidos argumentos» y les convocaron unas elecciones a Ciudadanos con el único propósito de quitarles toda oportunidad de representación.

La reunificación de la derecha en marcha: por el flanco central todo solventado, sin embargo, en el flanco de la extrema derecha la cosa no está tan fácil. Es por eso, que la estrategia de Ayuso de abrazar los postulados más controvertidos de los ultras es la nueva hoja de ruta de Casado tras tres años de idas y venidas que van desde el desdén, pasando por el desprecio, la confrontación hasta finalmente la adopción del discurso. Para ello, no duda en invitar a su fiesta de trienio a Ignacio Camuñas, fundador de Vox para que con su retórica negacionista sobre el franquismo y la legitimidad de la República envuelva a los populares con cierto halo de falangismo 2.0 y con un poco de suerte consigan arañar algún voto al bloque cohesionado de los de Abascal.

Y es que los ultras de Vox atraviesan uno de los mejores momentos desde que se creara la formación. Continúan creciendo en cada contienda electoral, su estrategia de ganar en los tribunales lo que no les dan las mayorías democráticas viene funcionando hasta el momento. Incluso están siendo legitimados por algún tribunal carpetovetónico que asegura que los menores no acompañados son un problema social y político.

Saben que el PP nunca podrá competir con ellos en esa seudo-apología del franquismo, del racismo y del machismo que practican retorciendo la retórica hasta hacerse valedores de la Constitución al mismo tiempo que la desprecian y negando toda evidencia científica que los desmienta. Por lo tanto, a ultras no les gana nadie, aunque Pablo Casado esté dispuesto a acercase cada día más a un discurso que los sitúa en las antípodas de sus socios comunitarios.

Y es que, una vez acabada la fuerza centrípeta de Ciudadanos que obligó al PP a modernizarse, a asumir la regeneración democrática y los postulados liberales para competir con los naranjas, es la fuerza centrífuga de Vox la que arrastra a un PP dispuesto a todo para recuperar el poder. Así está ahora el nuevo mapa político de la derecha.

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