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Xavier Carmaniu Mainadé

Entender + con la Historia

Xavier Carmaniu Mainadé

Una pequeña toalla, un gran salto

Todos los deportes tienen su liturgia preparatoria. Unos rituales que ayudan a los atletas a concentrarse antes de comenzar su actuación pero, también, a estar en mejores condiciones físicas o a tener su equipo preparado. Por ejemplo, los que hayan seguido las pruebas de salto de trampolín se habrán dado cuenta de que, mientras esperan su turno, los participantes se secan con unas pequeñas toallas. Lo hacen porque necesitan tener el cuerpo seco, ya que esto les ayuda a que la ejecución de su salto sea más segura.

Llama la atención que para tal fin utilicen unas toallas de solo 33 x 43 centímetros. ¿Cómo puede ser que se sirvan de una pieza tanta pequeña? La explicación es que actualmente están fabricadas con un material sintético. Ahora bien, el proceso de convertirse en un complemento indispensable para estos atletas es bastante curioso. Aquí es cuando entra en escena el saltador estadounidense Sammy Lee.

Nacido en 1920 en California y de padres coreanos, se convirtió en el primer ciudadano de EEUU de origen asiático en conseguir una medalla de oro. Fue en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, donde recibió la mejor puntuación en la prueba de trampolín de 10 metros. Además, también ganó la de bronce en el trampolín de 3 metros. Cuatro años más tarde repitió en el punto más alto del podio en Helsinki. Y eso que no lo tuvo nada fácil por culpa de la discriminación racial. Cuando empezaba a dar sus primeros pasos en esta disciplina, solo podía entrenar los miércoles, porque aquel era «el día internacional» de la piscina. Era un eufemismo para decir que podían entrar los no blancos, o sea el único día que nadaban afroamericanos, latinos y asiáticos. Una vez acababan, se cambiaba el agua de las instalaciones para que los blancos la tuvieran limpia al día siguiente. Hasta este punto llegaba el racismo en la América de los 40. Ante esta situación, su entrenador le preparó un espacio para practicar la mecánica de los saltos en el jardín de su casa.

Gracias a ello comenzó a despuntar y en 1942 ganó el campeonato nacional de saltos. Paralelamente, entró en la facultad de Medicina de la Universidad del Sur de California. Para pagarse los estudios se enroló en el Ejército y, con el paso de los años, llegó a ser mayor del cuerpo de sanidad militar.

Sin embargo, no abandonó el mundo de los saltos y se dedicó a entrenar a jóvenes promesas como el mítico Greg Louganis, considerado uno de los mejores saltadores de la historia. Precisamente, fue acompañándolo a un campeonato en Suecia cuando descubrió estas toallas.

Desde su época de atleta, Lee buscaba la manera de ahorrarse el tener que acarrear el montón de toallas de cada participante. Por eso, cuando en Suecia vio que los miembros del equipo noruego usaban unas piezas tan pequeñas, quiso saber cómo lo hacían. Le explicaron que estaban hechas con piel de gamuza y que habían encontrado inspiración en los paños que se usaban en los túneles de lavado y los restaurantes para secar las mesas. Además, prestaron una a Louganis, para que la probara durante la competición y quedó entusiasmado.

Lee vio una buena oportunidad de negocio y por eso encargó 1.200 para distribuirlas en su país, bajo el nombre comercial de Sammy Sport Towel. Se aprovechaba de un feliz juego de palabras puesto que, en inglés, a la gamuza se le llama shammy.

Su intuición fue buena y, gracias al buen ritmo de ventas, pudo ampliar la oferta de productos, y también mejoras como el uso de materiales sintéticos más absorbentes que el de la gamuza noruega.

El buen funcionamiento de las sammy towels no impidió que Lee continuara ejerciendo la medicina hasta el 1990. Después, con el paso de los años y la creciente conciencia de la diversidad racial americana, se convirtió en un referente para las nuevas generaciones de origen asiático. Con su nombre se bautizaron espacios en Anheim y en el Koreatown de Los Ángeles. Además, aquella ciudad californiana también le dedicó un distrito escolar. Sammy Lee murió el 2 de diciembre de 2016, el día después de haber celebrado su 96º cumpleaños. Sus toallas siguen acompañando a los saltadores.

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