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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El sexo de la ternera

Se discute en España sobre asuntos tan severos como la Patria o la Matria, las personas de género binario, no binario y fluido; e incluso sobre las ventajas y desventajas ecológicas del chuletón de ternera. Hemos superado claramente a los sabios de Bizancio que a lo sumo debatían sobre el sexo de los ángeles; y hasta matizaban el número de ellos que cabían en la punta de un alfiler.

En otros lugares menos afortunados del mundo que esta feliz España, las que inquietan a la población son cuestiones menores tales que la seguridad en las calles, la necesidad de comer cada día, el cuidado de la salud y tonterías por el estilo.

Aquí hemos superado ya esas groseras inquietudes y bien podemos ocuparnos de los problemas que realmente acucian a la ciudadanía. La gramática sexual, por ejemplo; o las ventajas e inconvenientes del chuletón de ternera: debate este último que ha suscitado disidencias internas en el Consejo de ministros.

Habrá quien piense que hay asuntos de más calado en los que ocupar el tiempo, pero conviene entender la situación desde un punto de vista positivo. Solo se discute sobre el sexo de los ángeles -y hasta el de la ternera- cuando están cubiertas las necesidades básicas de la mayoría de la población.

La famosa pirámide de Maslow, ideada por el americano de ese apellido, establece en su pilar más bajo las exigencias de respirar, alimentarse, no pasar frío y mantener relaciones sexuales. Una vez superado ese escalón básico existen otros tres niveles que, grosso modo, incluirían la seguridad física, el acceso a la salud, el empleo, las relaciones sociales, el afecto y la estima (la propia y la de los demás).

En el nivel más alto de la pirámide, que viene siendo el quinto, lo normal es entregarse a discusiones bizantinas sobre el sexo y el género o incluso crear ministerios que fomenten el debate sobre tan elevadas cuestiones.

Claramente, los gobernantes españoles se encuentran en el pico de la pirámide de Maslow, como es fácil deducir de los asuntos que ocupan la agenda política del país.

Las necesidades de los cuatro escalones inferiores han sido cubiertas ya, en apariencia, por la mayoría de la población. Y las que aún estén pendientes podrán resolverse, sin duda, mediante los cuantiosos auxilios financieros de la Unión Europea.

Lamentablemente, no todos los avecindados en España pueden entregarse a las íntimas delicias de las artes y las letras o a la sutileza de las discusiones sobre el género gramatical más apropiado para las señoras y los señores. Ni las cifras de desempleo ni las colas de Cáritas invitan a pensar que este sea un país de Jauja con ríos de leche y miel en el que la gente, liberada ya de problemas de subsistencia, tenga como principal preocupación la de saber si el que maneja un avión ha de llamarse piloto o pilota.

Cierto es que España forma parte de la UE, próspero club de naciones en el que teóricamente están atendidas cuestiones elementales como la salud y la educación, de tan difícil acceso en muchas otras partes del mundo.

Será esa convicción, un tanto excesiva, la que tiene ocupados a los padres de la Patria y de la Matria en discutir sobre el sexo, el chuletón y los géneros gramaticales. Tampoco es cosa de pedirles que se enfrasquen en temas vulgares como el desempleo o las colas de la beneficencia, que tan lejanos se ven desde lo alto de la pirámide.

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