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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

La larga espera de Navarro

La estrategia de Pablo Casado al frente del PP se basa en dos puntos, esperar el caos y no parecer menos de derechas que Vox, y perfectamente puede fracasar en ambos extremos. La estrategia de María Australia Navarro es sucursalistamente más simple: consiste solo en esperar y que el rechazo a los socialista y la marca PP hagan su magia potagia. Mientras tanto controla el desarrollo de los procesos congresuales en las distintas islas sin temer en ningún momento por un cuestionamiento de su liderazgo. En septiembre de 2019, tras la dimisión de Asier Antona, la dirección nacional ordenó que Navarro fuera la presidenta, y por si algún despistado no lo entendió bien, el propio don Teodoro García Egea, incansable chambelán y aceitunero altivo de Casado, se trasladó desde los madriles para presidir la Junta Directiva del PP canario que transmitiría la púrpura a doña María Australia.

El apoyo de las alturas se mantiene inmutable, aunque sin particular entusiasmo. Desde Génova nunca se prestó especial atención o mimo a la organización territorial de Canarias. José Manuel Soria no fue un invento aznarista: construyó un liderazgo cebado de despiadada ambición y astucia inescrupulosa desde la plataforma de la Alcaldía de Las Palmas y eso bastó para derribar en su día a José Miguel Bravo y su frágil entorno de lealtades. Soria ha sido una excepción personalista en la historia de la derecha españolista en Canarias, y no volverá. Bien considerada la señora Navarro es un pecio procedente del naufragio del régimen caudillista de Soria en el seno del PP. Las opiniones sobre si la actual presidenta del PP tiene corazón están divididas, pero a buen seguro en el caso de disponer de dicha víscera un rincón lo ocupa la memoria de Soria, que desde su atalaya ministerial y, después, su exilio sempiterno, siempre abominó de ese experimentado de Antona, pactar con el PSOE para echar a CC a las tinieblas exteriores. A juicio de Soria eso se podía y a veces se podía hacer en un ayuntamiento. Quizás era practicable en el Cabildo de La Palma. Pero llevar esa alianza contra natura a toda Canarias no sería entendido por la mayoría del electorado del PP canario, al que no le gusta Coalición Canaria, pero que detesta mucho más al PSOE.

Así que Navarro espera tranquilamente que las lavadoras de los congresos insulares centrifuguen los tejidos según las instrucciones facilitadas. En Gran Canaria ya está Poli Suárez al frente de la organización insular. No es un peligro. Madrid jamás apostará por un perfil como el del exalcalde de Moya. Una cosa es tener a un Poli bueno para los interrogatorios parlamentarios y otro considerarlo como candidato presidencial. Y en Tenerife, Manuel Domínguez, alcalde de Los Realejos, se ha sucedido a sí mismo con una votación a la búlgara, y ya ha dejado claro que no quiere otra cosa. Y además no puede: no cuenta con apoyos en otras islas ni parece demasiado ocupado en cultivarlos. De hecho, a Domínguez se le reelige por ser buena gente, algo así como un tendero fiable que si pides 100 gramos de jamón no te despachará 90, porque el PP tinerfeño solo ha perdido votos, relevancia y poder municipal en los últimos cuatro años. María Australia Navarro considera que el congreso regional del PP, que celebrará después del que organice el PSOE, entre noviembre y enero, la entronizará de facto no solo como presidenta, sino candidata al frente de los conservadores isleños. Esperar, la clave es esperar, que el PP remonte arrastrado por el crecimiento demoscópico de Madrid y sumar con CC, el apoyo de Casimiro Curbelo y la abstención de Vox, por supuesto, porque Vox entra y gracias a Curbelo, precisamente, podrá tener su propio grupo parlamentario. Ni un proyecto propio para Canarias, ni un análisis singular de una situación excepcionalmente crítica para las islas, ni una propuesta que no anide en los argumentarios remitidos desde Madrid. Esperar sin prisas y sin pausas. Esperar para siempre.

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