La Provincia - Diario de Las Palmas

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Juan Francisco Martín del Castillo

Bienvenido, míster Sánchez

P or supuesto, pensé en Clint Eastwood y en una sus películas, aquella famosa en la que pronunciaba esta frase: «¿Y no va a sonar la música para mí?» (El bueno, el feo y el malo, 1966). Así me sentí al escuchar a Pedro Sánchez al declarar ufano que pretendía convertir a España en el Hollywood de Europa. Pero, por favor, comencemos por el principio. Con muy pocos años, vi Bienvenido, míster Marshall, la cinta de Luis García Berlanga, y el recuerdo que dejó en mí fue el del inmortal Pepe Isbert caracterizado de vaquero, en un improvisado saloon del lejano Oeste, y con una pinza de la ropa en la nariz, hablando en un lenguaje incomprensible. En realidad, esta es la imagen que se me viene a la cabeza cuando alguien alude a la sátira compartida por Bardem y el mago valenciano del plano- secuencia. No mucho más tarde de aquella primera vez, volví a disfrutar de sus contenidos y, ya sí, entendí el mensaje escondido entre las hilarantes peripecias de los habitantes de Villa del Río. La crítica hacia el régimen franquista y el gigante americano, cuando la censura lo era todo, se hizo más que evidente. Por ejemplo, en una de las escenas en la que la bandera de las barras y estrellas corría por los albañales del pueblo tras el paso apresurado de la comitiva estadounidense, que, por cierto, molestaba mucho a Edward G. Robinson, otro grande del cine clásico, que la visualizaba como un desprecio arbitrario hacia la nación que lo acogió desde su Rumanía natal. Sin embargo, sólo he llegado a completar la comprensión de esta maravillosa película coral, estrenada en las salas Callao de Madrid en 1953, con la reciente gira de Pedro Sánchez a Estados Unidos. Nuestro particular «míster Sánchez», sin guion ni dirección, ha ido a hacer las Américas y se ha encontrado con un recibimiento de parecido efecto al del alcalde meseteño. En una suerte de inversión, entre mágica e histórica, el argumento de la película española se vuelve real, aunque desde la otra orilla, la atlántica. ¿Creerá Sánchez que su participación en el magacín Morning Joe le hará mejor presidente, que le convertirá en la estrella rutilante de la moderna política y que incluso sonará la música en su honor? Si lo hace, incurrirá en el mismo error de los ilusos moradores de la ficción de Berlanga. Por lo visto, le han aclamado como el superman del juego político, el mesías de la New Age. ¿No se esconderán en estas alegres valoraciones una crítica a la americana a la contienda hispana? Así, pues, este nuevo Bienvenido, míster Sánchez representa la sublimación de la sátira nacional. Un certero dardo para quien quiera y esté en condiciones de observarlo, como el de la fantástica comedia berlanguiana.

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