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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Silvio Rodríguez

Asombrosamente encuentro algunos comentarios encomiásticos a la entrevista que le concedió Silvio Rodríguez a El País. Supuestamente la virtud del gran cantautor estaría en mantener una postura crítica dentro de (digamos) una lealtad básica hacia la Revolución (siempre con mayúsculas: patria y ortografía) después de tantos años. A mí, en cambio, sus declaraciones me parecen vergonzosas y un acabado (muy acabado) ejemplo del juego que ha practicado SR desde hace décadas: simular un criterio independiente sin cuestionar la legitimidad del gobierno cubano ni molestar a nadie de las élites del régimen. Y lo hace con las mismas triquiñuelas que los propagandistas de regímenes comunistas utilizaron con denuedo durante el pasado siglo. En definitiva, Rodríguez no se esfuerza por salvaguardar los supuestos valores políticos y morales de un proceso revolucionario mineralizado ya hace media eternidad. Simplemente apoya al gabinete de Díaz-Canel.

SR es demasiado inteligente y ha visto demasiado para ser un ingenuo. Al contrario: mantenerse fiel al gobierno le ha convertido en un privilegiado que dispone de una reconvertida villa señorial en Miramar como domicilio, con jardín, piscina y su propio estudio privado de grabación. Lo primero que siente Rodríguez al ver las manifestaciones de protesta del pasado julio – nos cuenta-- es mucha tristeza. Comenta que la gente, en las manifas, no respeta el distanciamiento prescrito por las autoridades sanitarias. Ni por un momento se le ocurre lo jodida que deben estar los cubanos para arriesgar su salud en manifestaciones multitudinarias, ya que no existe, por ejemplo, suministro regular y suficiente de mascarillas entre la población. De inmediato cita el bloqueo. El bloqueo –en realidad un embargo comercial limitado -- es una bendición propagandística. No ha impide que Cuba importe bienes valorados en más de 5.000 millones de dólares (datos de 2019) con España y China como principales vendedores. Que Cuba pudiera comprar mucho más es harto dudoso: su reserva de divisas no son precisamente elástica. Hablar de bloqueo en un país que recibía antes del covid 4.300.000 turistas anuales y con unas inversiones extranjeras que suman muchos cientos de millones de dólares en el último lustro es todavía más estúpido que inmoral. ¿Y la represión contra los manifestantes? Por supuesto, existió vandalismo, aunque deploro cualquier abuso policial. Si pero no, no pero sí, pobres manifestantes, es cierto, pero sobre todo pobre gobierno revolucionario.

Bueno, ¿y de dónde procede el malestar social? Por supuesto, existen problemas económicos, admite magnánimamente SR, pero lo realmente asombroso es que se han diseñado medidas para afrontarlos, pero no se materializan. Medidas aprobadas por el parlamento o por el partido, no queda muy claro en la entrevista, pero que no se convierten en realidades fecundas que sin duda beneficiarían a los cubanos, como suprimir los topes de los precios. Aquí interviene uno de los grandes clásicos de la apologética de los regímenes comunistas: la burocracia. No llevaba Lenin un año en el poder cuando ya discurseaba contra la indolente y acomoda burocracia que anulaba la energía revolucionaria. Cuando en 1970 no se pudo conseguir el objetivo de la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar, Fidel Castro atacó durísimamente al fantasma burocrático. SR apela igualmente a esa infame casta de los bucrócratas, a la que hay que suponer inextirpable después de más de sesenta años. No todo un cancionero de Silvio Rodríguez es y será escuchado y recordado: se alimentan de la belleza, los dolores y los desafueros de la vida y es tan complejo como la vida misma. Él no, porque decidió no estar a la altura moral que exigía su descomunal talento artístico en las horas más oscuras de su patria.

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