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Papel vegetal

Surrealismo en la sanidad del caos

Conversación real entre un médico de Atención Primaria y un paciente que arrastra desde hace meses una lesión de hombro que empeora, es limitante para su vida diaria, objeto de baja laboral, y cuyo diagnóstico no está determinado:

- Médico: «Me han denegado la petición para que le atienda un traumatólogo. Me responden que usted no se ha dado ningún golpe ni se ha caído. Por tanto, no le verá el especialista y lo derivan al servicio de rehabilitación».

- Paciente: «¿Perdón? ¿Puede repetir el argumento? ¿Cómo que no me atiende un traumatólogo porque el origen de mi lesión no proviene de una caída o de un golpe?».

- Médico (con cara de incrédulo y vergüenza ajena): «Eso es lo que me dicen. No puedo hacer otra cosa que prescribirle analgésicos más potentes para mitigar el dolor y que espere la llamada de rehabilitación».

- Paciente: «¿Y desde cuándo el origen de una lesión determina que a un paciente lo valore un especialista? ¿Y a rehabilitación sin un diagnóstico definitivo? ¿A rehabilitar el qué?».

El médico, dedicado con vocación a sus pacientes, no sabe dónde meterse. Da la cara por un sistema que ha entrado directamente en el caos con respuestas surrealistas dignas del camarote de los hermanos Marx.

Así estamos. El que pueda introducirse en el circuito privado para pagarse un especialista y las pruebas oportunas para determinar un diagnóstico certero, tendrá una solución. El que no, pues deberá aguantar, además de meses de espera, respuestas sin sentido, argumentos de pacotilla y estos intentos kafkianos de hacer pasar por imbéciles a los enfermos.

La covid-19 y su quinta ola lo condicionan todo. Muy cierto. Pero es igual de cierto que el argumentario del sistema público sanitario canario para quitarse pacientes de encima necesita una revisión urgente. Le sobra creatividad, fantasía, purpurina… y le falta transparencia, honestidad y humildad. ¿Qué tal si la respuesta fuera que estamos colapsados y punto?

Reconocer la situación y no enmascarar las listas de espera dictando protocolos tan inéditos como infumables para evitar que los pacientes entren en ellas es, básicamente, un ejercicio de decencia, pudor y dignidad que se espera de un gobierno progresista. Y, sobre todo, es considerar que los ciudadanos no estamos en la categoría de idiotas.

Aunque, si cabe, hay algo todavía peor y es el papelón que la Consejería de Sanidad deja a los profesionales sanitarios, aquellos que ponen su mejilla para que todas las bofetadas se dirijan a ellos.

Personal que traga saliva con la cara muy, pero que muy colorada, repitiendo los argumentos más peregrinos que salen de mentes dispuestas a escribir los guiones cómicos más disparatados. Como muestra, tener que decirle a un paciente que, si no hay golpe o caída y aunque estés con el brazo colgando, no tienes derecho a la valoración de un traumatólogo. Surrealista y caótico.

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