La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Perdomo Betancor

Objetos mentales

Antonio Perdomo Betancor

Olimpiadas de la igualdad

Por lo que parece ésta, la actual, será la última Olimpiada con el lema, citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte) que adoptó el Barón Pierre de Coubertin. Pues, en las próximas Olimpiadas de la Era de la Igualdad, no sé si la competición deportiva será mejor, pero inexcusablemente será distinta. Con la introducción de la reforma, ninguno de los actuantes o participantes perderá el oremus, o llorará, o será humillado, o padecerá por causa de la frustración, o destrozado emocionalmente como suele ocurrir en las olimpiadas actuales. Sencillamente no ocurrirá porque estará prohibido por ley: el Principio de Igualdad Olímpica lo impedirá. En nombre de este principio se arbitrarán las medidas competitivas pertinentes que la autoridad estime por convenientes con la finalidad de desterrar la desilusión y la frustración, y, así, jamás, un actuante o participante padezca un oprobio semejante al sufrido por Simone Biles.

La historia del olimpismo señalará a la primera Olimpiada de la Era de la Igualdad como un hito de la liberación humana, el detonante que inició un cambio tan radical fue el colmo de la frustración de la gimnasta Simone Biles. No es de recibo que una actuante o participante, en estas desdichadas olimpiadas, extravíe momentáneamente el equilibro emocional. ¡Pierdan el cuidado, señores: estará prohibido por ley! Justamente, el Principio de Igualdad Olímpica lo imposibilitará.

En las próximas Olimpiadas de la Era de la Igualdad, la autoridad deportiva, por ley, concederá a los actuantes o participantes, desde el primero al último de la clasificación, la medalla de oro. Esta vez, coherentemente articulado con los programas educativos que, por ley, a los alumnos se les asegura el aprobado. No es descabellado suponer que cierta suspicacia induzca a pensar que, entonces, nadie gana ni pierde. La normativa alienta a que no se pierda de vista las altas metas que la obtención de un bien superior, sustentadas en una política de acción positiva, supone; ni se minusvalore injustamente la satisfacción psíquica que suponen la evitación del sufrimiento mental y la cancelación de las emociones frustrantes; y tampoco se subestime el horizonte de felicidad que dibujan unas Olimpiadas de la Era de la Igualdad. Como puede advertir el conspicuo lector, los actuantes o participantes que sobresalgan clamorosamente, por su prominencia y singularidad competitiva, por causa de su propia condición biológica o derivada del entrenamiento, diferenciadas del resto de participantes y que puedan suscitar entre el público sentimientos de injusticia, deberán ser equiparados por el Principio de Igualdad.

Aquí es donde entran las disposiciones del reglamento de la competición: aquellos actuantes o participantes provistos de mayor creatividad, fuerza, habilidad, pericia e ingenio serán lastrados por medio de dispositivos y artefactos de diversa condición que comúnmente se les conoce como neuro-ecualizadores, de tal forma y manera que, por disposición legal, los actuantes o participante serán nivelados milimétricamente. Cualquier rasgo divergente, belleza, hermosura, magnetismo mental o psíquico por nimio que fuese, será allanado, en especial, si son considerados causa de disturbación o fuente desequilibrante. Nada quedará sin medir y pesar, los artefactos ecualizadores detectarán cualquier ventaja que suponga una desigualdad. Cada rasgo competitivo será evaluado y aplanado en razón al Principio de Igualdad, que informa y garantiza una justa competición.

Para ejemplificar, en un deporte global, popular, como el futbol, a los jugadores se les dota de estos artefactos justicieros de modo que contrarresten sus genios personales, equiparando a los actuantes o jugadores con exactitud. Una competición de esta factura, probablemente, por no decir con toda seguridad, finalizará en tablas, pues, dada la equivalencia de las fuerzas y pericia de los jugadores conduce inevitablemente a un escenario de empate infinito. Pero, igualitario. Cero frustraciones. Cero llantos. Cero rencores. Cero jerarquías. Medallas de oro para todos.

Para el caso de que el pueblo exija un ganador (alguna vez puede ocurrir), a pesar de la contradicción que introduce, la ley contempla un sorteo en el que, por medio del Juez del Azar, se dicta un ganador. Al azar nadie le pondrá peros dado que no existe persona que no esté sometida a su juicio. ¡Loor al campeón!

Compartir el artículo

stats