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Rubén Reja

En voz baja

Rubén Reja

Cromos

Verano siempre ha sido sinónimo de calor, siestas placenteras, largos atardeceres en la playa o el inicio para muchos niños del álbum de la Liga. Hasta hace poco, los más pequeños ponían todo su empeño en completar lo antes posible las hojas de la colección con la compra compulsiva de sobre de cromos. A esto se le unía las primeras transacciones comerciales con amigos en forma de trueque en busca de la estampa más deseada para pegarla con ilusión de cara al arranque liguero.

Los tiempos cambian y los niños con los tiempos hasta el punto que existen aplicaciones para canjear estampas on line. La irrupción de las nuevas tecnologías empieza a ganar su particular guerra a los cromos y las pantallas comienzan a imponerse a golpe de click.

Los jóvenes de hoy día prefieren y dedican más tiempo a jugar con la consola que practicar deporte. La prueba del algodón no engaña. Mientras que el sector de los videojuegos no para de crecer con cifras de dos dígitos, las empresas dedicadas a la venta de ropa deportiva o a distribuir cromos se desploma. El año marcado por el confinamiento, las cancelaciones de las clases y sus consiguientes recreos y las actividades extra escolares han sido determinantes para el descalabro de las ventas. Las nuevas tecnologías durante este periodo sirvieron y mucho para conectar a millones de estudiantes con aulas virtuales para no perder el año escolar. Sin embargo, lo presencial siempre batirá a lo digital y el cara a ca- ra con compañeros y profesores son básicos para el desarrollo del alumno. Antes todos querían ser futbolistas, médicos y hasta astronautas; ahora se impone el oficio de instagramer, youtuber o influencer.

Si las nuevas tecnologías impiden realizar otra actividad a la persona estamos ante un signo de mal uso y el previo a una adicción de consecuencias impredecibles. De hecho, una cuarta parte de los jóvenes reconoce sufrir una clara dependencia del uso de redes sociales lo que se traduce a la postre en graves problemas de conducta. Uno se convierte en adicto en el momento en que la utilización del móvil o tableta interfiere de forma negativa en algún aspecto de la vida como pérdida de atención, frustración y falta de integración. La dependencia tecnológica ya es totalmente equiparable a otras adicciones y requieren de tratamientos de choque. Máquinas que requieren de una batería que consume una luz que está disparada mientras el Gobierno se pone de lado de forma vergonzante y elude su responsabilidad a costa del bolsillo del consumidor. Incluso, el presidente indecente de todos los españoles evita preguntas en sus últimas intervenciones mientras veranea a cuerpo de rey emérito. Ya es hora de ir cambiando de cromos.

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