Hace 30 años, cuando el muro de Berlín acababa de caer y la Unión Soviética se estaba desintegrando, Canarias, al incorporarse plenamente a la Unión Europea, cambió de forma sustancial su modelo social, económico y político, fundamentalmente a través de un cambio en los mecanismos en que el estado interviene en la economía.

Aunque la preponderancia de las ideas liberales en los últimos tiempos tienda a oscurecerlo el hecho es que estado y mercado no son conceptos contrapuestos sino inseparablemente unidos, como demuestra el hecho de que en todos los países (también en EEUU) el papel de lo público ronda el 50% del PIB. De forma muy sucinta podría decirse que los principales mecanismos que tiene el Estado para intervenir en la economía son dos: por un lado, los impuestos y, por otro lado, las subvenciones y ayudas directas.

Durante más de cien años el modelo socio- económico había tenido un carácter en cierta manera “liberal” (se habla ahora de las “libertades históricas canarias”) basado en los bajos impuestos. En ese sentido, el decreto de Puertos Francos de Bravo Murillo entroncaba con un acervo histórico que se remite a la finalización de la conquista de Canarias en tiempos de los Reyes Católicos. La Corona estuvo dispuesta, para favorecer la instalación de colonos en las islas, a obtener menos ingresos de los habitantes de las islas de los que obtenía de los habitantes de otros territorios. ¿Le salía rentable? Cuando los Reyes Católicos crearon lo que hoy consideraríamos los pilares del estado (una Real Audiencia, un obispado y otras instituciones) eran conscientes de que ello les costaría dinero, de que “con los impuestos que se cobran en las islas no se pagan los servicios que allí se dan”. ¿Por qué lo harían?

El modelo de Puertos Francos de finales del XIX ha sido interpretado por muchos historiadores como un “pacto”, en un contexto en que España había perdido casi todas sus colonias entre la burguesía canaria y el poder español que podía plantearse en términos de “mientras económicamente nos dejen hacer lo que queramos (libertad de comercio) no plantearemos demandas políticas (independencia). Hasta el punto de que el período entre finales del XIX y principios del XX es conocido como la época de la “colonia sin bandera”, pues si bien las islas dependían políticamente de España, económicamente dependían del Reino Unido. Recordemos que el Puerto de la Luz (y otro tanto puede decirse del de Santa Cruz) se comenzaron a construir bajo una pancarta que decía “God Bless our Work”. Y si bien el período de autarquía del franquismo implicó algunos cambios, el modelo socio- económico canario siguió basado, hasta 1991, en la intervención estatal a través de los impuestos (o, mejor dicho, de su exención). Si cuando España se incorporó a Europa en 1986 las islas quedaron inicialmente “fuera”, cuando en 1991 se negoció lo que se dio en llamar la “Adhesión Plena” una de las cuestiones clave que decantaron a la opinión pública fueron las “ayudas” que iban a llegar. Treinta años después, seguimos esperando el dinero de Bruselas como el maná que cae del cielo.

Pero las islas no son las mismas ahora que hace 30 años. Entonces tenían 1,5 millones de habitantes, hoy tienen 2,2 y el crecimiento no se debe ni a la natalidad ni a la inmigración extracomunitaria, sino a personas que han venido, fundamentalmente, del resto de Europa incluyendo, por supuesto, del resto de España. Si hace 500 años la Corona de Castilla decidió “pagar” por tener unas islas en medio del Atlántico, quizá pensando en su valor estratégico, ¿por qué habrá pagado “Europa”? ¿Para tener un lugar al que enviar en invierno a la gente al sol sin salir del territorio comunitario? Las estadísticas publicadas por Euroestat demuestran que año tras año, desde hace ya bastante, las islas son las líderes en turismo de entre todas las regiones europeas. También en estos últimos 30 años se ha desarrollado el autogobierno, y hasta antes de ayer, un partido auto denominado nacionalista ha gobernado en buena parte de las instituciones canarias.

¿En qué medida es la relación entre política, economía y sociedad en Canarias igual en la actualidad a la que existía hace 40 años? Conozco gente muy respetada en círculos empresariales que dicen: “Antes los empresarios eran gente que, con dinero propio o ajeno, montaban algo porque veían una oportunidad de negocio. Ahora, la gente monta negocios porque ven la oportunidad de cobrar ayudas y subvenciones”. La intervención estatal en la economía a través de ayudas y subvenciones favorece más el clientelismo que la que se efectúa a través de exenciones o recargos generales en los impuestos. Desde la RIC al REA, pasando por el AIEM no falta quienes se quejen de que esta manera de regular la economía favorece a quienes tienen lo que en inglés (que parece que queda mejor) se llama insider knowledge.

A mitad de la década de 1950, haciendo referencia a una sociedad del sur de Europa que sufría cambios por la llegada de dinero del exterior, Lampedusa escribió aquello de que “si queremos que todos siga como está es necesario que todo cambie”. Hoy la comunidad extranjera más importante en Canarias proviene de aquel país. ¿Será porque le resulta fácil hacer negocios en un entorno en el que les es familiar la manera en que se interrelacionan política, negocios y ayudas? Los intelectuales deberían de contribuir a hacer entender que los matices son importantes, que entre el blanco y el negro hay 50 matices del gris. Decir que toda intervención política o estatal en la economía genera clientelismos es obviar el hecho de que en todos lados la política y el estado intervienen en la economía. No es la “política”, sino la política clientelista la que genera clientelismos. Ya es hora de comprender que otra política es posible. Pidámosla.