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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

El debate de Fonsalía

Más allá de los dimes y diretes de su actual situación en el PSOE, el alcalde de Arona, José Julián Mena se ha manifestado en contra de la construcción del puerto de Fonsalía, y para desatacar la congestión en las calles y accesos de Los Cristianos producido por la intensa actividad portuaria ha propuesto una vía subterránea directa desde la avenida Chayofita hasta la altura de El Mojón, a un tiro de piedra de la autopista. Mena estima que el coste de las obras de esta vía soterrada se elevaría a unos 40 millones de euros, mientras que el puerto de Fonsalía está presupuestado, aproximadamente, en unos 200 millones de euros. Es una propuesta interesante, pero ante la cual los gerifaltes socialistas aparentan muy poco interés, empezando por el secretario general del PSOE tinerfeño, presidente del Cabildo y exalcalde de Guía de Isora, Pedro Martín.

Martín es un veterano y ligeramente disléxico apologeta del puerto de Fonsalía, una infraestructura que siempre han defendido Coalición Canaria y el Partido Popular y que también respalda e impulsa el Gobierno autonómico, pero menos: Podemos no quiere ni oír hablar del proyecto y Nueva Canarias hace apenas unos días manifestó su resuelta oposición al mismo. Tanto para unos como para otros el puerto de Fonsalía es un disparatado e injustificable atentado ecológico, pero se me antoja improbable que Román Rodríguez y Noemí Santana abandonen sus respectivas poltronas en solidaridad con las ballenas y los delfines. En todo caso lo que urge es un debate inteligente, plural y ordenado sobre los costes y beneficios de un nuevo puerto que, supuestamente, dinamizará el transporte de personas y mercancías entre Tenerife, La Gomera y La Palma. Los defensores del proyecto –esos 200 millones antepresupuestados se les antojan insuficientes a la mayoría de ingenieros que se pueden consultar– deberían reconocer el negativo impacto ecológico y medioambiental, que ya ha sido advertido por biólogos marinos de la Universidad de La Laguna sin que a los partidos y organizaciones empresariales partidarias del puerto se les mueva una ceja o les tiemble el argumentario. Que en el primer gobierno canario presidido por un socialista desde 1993 se cree una Consejería de Transición Ecológica y Lucha contra el Cambio Climático para terminar declarando el puerto de Fonsalía como «una prioridad» parece un chiste del propio José Antonio Valbuena, que es el consejero más dotado para hacer carrera en El Club de la Comedia. Valbuena se engalla en el Parlamento como si fuera Petra Kelly y escenifica la paralización de las obras de un hotel en La Tejita al que no puso pegas cuando era consejero del Cabildo de Tenerife, pero no suelta un quejío respecto a Fonsalía. Todo muy loco. O muy cínico. Muy desvergonzado y oscuro y, al mismo tiempo, desoladoramente claro.

Los argumentarios que giran alrededor del proyecto de Fonsalía, especialmente los favorables al nuevo puerto, contienen más polillas ideológicas que estrategias viables de desarrollo sostenible. Provienen de un tiempo anterior a la crisis de 2008 y anterior a la era covid y sus quiebras, desgarros y enseñanzas. Sostener que un puerto de tráfico interior se convertirá automáticamente (y sin importar el precio medioambiental) en un formidable polo de desarrollo económico para el suroeste de Tenerife es punto menos que una temeridad. Existen otras opciones sustitutorias más conservacionistas, prudentes y respetuosas con la fragilidad de nuestros ecosistemas –que van a resistir duros embates por el calentamiento global en las próximas décadas– que construir un nuevo puerto. El debate sobre el puerto de Fonsalía –lo necesitamos en el Parlamento, en la Universidad, en los colegios profesionales, en los medios de comunicación– debe exigirnos más imaginación creadora, más solidaridad y colaboración entre las administraciones, más opciones de economía micro y proyectos racimo, un marco de desarrollo general y plausible para Tenerife.

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