La Provincia - Diario de Las Palmas

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Barraca y tangana

Cómo salvar la Liga

Debería tener mi opinión sobre la marcha de Messi, las intrigas económicas de la Liga y el futuro del fútbol y del periodismo, pero ocurre que no me rozan ni de cerca esos líos y esos temas. Lo único que me interesa es pasear en bicicleta con mi hija Delia. Al atardecer, por las callejuelas del pueblo, las carreteras comarcales y los caminos de tierra. Con el sol rojizo tostando la loma, la brisa acariciando su melena y sin prisa ni rumbo ni objetivos ni pena. Simplemente pasear en bicicleta con mi hija Delia, no pido tanto y no pido mucho, pasear ajeno a vuestras fiestas y vuestras mierdas. Contándole lo que yo hacía por ahí de pequeño, contándome lo que quiere hacer de mayor como un sueño. Todo está en su sitio, todo encaja; el resto del verano ha sido esperar el momento del ritual de la bicicleta. Todo lo que el resto del año me agobia parece diminuto en esos paseos sencillos a dos ruedas. Todo lo que acepto a disgusto y sin remedio, en la vida real allá fuera, parece cobrar sentido con esa recompensa. Todo lo que te hace feliz te pone también un poco triste, la edad adulta conlleva esta condena. No sé cuándo podré volver a pasear en bicicleta con mi hija Delia. Quizá el próximo verano, suponiendo que ella aún quiera. De momento se acabaron las vacaciones: he visto repetido el partido del Valencia.

Compré incluso el álbum de cromos por más costumbre que creencia. El tiempo casi todo lo estropea, hasta lo que más quieres se quema. En los años alevines, solía aguardar con tanta ansia el comienzo de la temporada que era incapaz de aguantar sin escribir, en las casillas vacías del calendario y aunque los partidos todavía no se hubieran celebrado, resultados imaginarios de la primera jornada de Liga. Había por ejemplo un Compostela-Real Sociedad y yo me la jugaba poniendo un 0-1 a falta de cuatro días del pitido inicial, suponiendo que podría acabar así, de las ganas que tenía de rellenar la jornada, en la espera interminable de repasar fichajes y datos de las plantillas, de relamerse en las expectativas de las guías en la previa.

No estamos para peleas

Entonces pensabas que las cosas no llegaban nunca -el inicio de la Liga, ser mayor, las novias- y ahora piensas que llegan enseguida y se van demasiado rápido, con frecuencia. Ahora, pues bueno, ahora esa emoción desbordante por el nuevo campeonato ni está ni se le espera. Quizá sea mejor así, no estamos ya para grandes peleas. Una tarde me vine arriba y me fui a solas con la bicicleta. Quería llegar a otro pueblo y sumar kilómetros como en los viejos tiempos, pero al poco de salir parecía que no avanzaba y cada metro se me hacía eterno. Apreté los dientes, hundí la cabeza en el manillar y pensé en las gestas históricas de los pioneros. Sin embargo mi esfuerzo era en vano, parecía que la bici se pegaba al asfalto y mi mente culpaba al viento. Mediado el camino me rendí, asumí mi lamentable estado físico y di media vuelta, humillado. El regreso fue penoso, no marchaba ni cuesta abajo. Llegué a casa casi de noche, con las piernas acartonadas y el cerebro falto de riego –el casco se lo había robado a mi padre y me iba pequeño-, que nunca me sentí tan viejo, y me tumbé moribundo sin explicarme cómo había podido sucederme eso.

Al día siguiente mi padre me dijo que tenía una rueda pinchada, y preguntó si me había dado cuenta. Yo contesté que sí, que por supuesto, asumí que soy imbécil y ahora lo cuento, a ver si así ya no me preguntan más cómo salvar la Liga y el periodismo, después de esto.

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