La situación de los jóvenes en nuestro país –las llamadas generación Z y millennial– es una causa recurrente de análisis y de valoración de sus problemas e inquietudes y, más aún, en un momento en que el recrudecimiento de la pandemia ha hecho caer sobre sus espaldas el peso del incremento de los casos en el arranque de esta quinta ola. Ahora se ha hecho pública una encuesta que permite analizar con detalle –puesto que es una investigación demoscópica de calibre, con la participación de 13.587 personas– lo que piensan, lo que temen y lo que esperan los jóvenes de entre 16 y 34 años. El sondeo ‘El futuro es ahora’ no solo representa el retrato fijo de este colectivo, sino que también propone soluciones concentradas en 40 respuestas que ya se han presentado al Congreso de los Diputados y que han de servir para que la voz de los jóvenes no solo sea escuchada, sino considerada como un acto esencial para el diseño del futuro. El macroestudio sirve para entender las dificultades de los jóvenes y, al mismo tiempo, para calibrar cuáles sus problemas más acuciantes.

En primer lugar, como era de esperar, el acceso al mercado productivo es el principal escollo que tienen ante sí a la hora de establecer una perspectiva personal y laboral. Es el meollo de la cuestión, con 9 de cada 10 encuestados que creen que la oferta de trabajo es escasa y precaria. Estamos hablando de una generación que cuenta con una alta capacitación y, al mismo tiempo, con un horizonte de empleos de bajo nivel y con un alto índice de paro. El difícil acceso a la vivienda es en parte consecuencia de la precariedad laboral y también por la falta de políticas públicas en el sector inmobiliario.

Ante este panorama, y a diferencia de lo que propone la administración, los jóvenes abogan por rebajar la edad de la jubilación para facilitar, a su entender, un relevo generacional. Esta propuesta, que algunos economistas ponen en duda que llegara a producir el efecto deseado y que tampoco aclara cómo quedaría la estabilidad del sistema de pensiones, pone de manifiesto, sin embargo, la preocupación por trabajar de los jóvenes, y rompe estereotipos que presentan a una generación poco menos que frívola.

En este sentido, Canarias es la comunidad donde se registra la mayor tasa de paro juvenil del país. Más de la mitad de los menores de 25 años (52,36%) se encuentran desempleados, mientras que la media nacional se sitúa en el 38,38%. Es esta una de las cuentas pendientes más importantes que señalan los jóvenes isleños, como sus compañeros de generación a nivel nacional. A unos y otros la falta de estabilidad laboral y las dificultades de acceso a empleos que se correspondan con su formación académica o les reporten un salario digno les obligan a vivir con sus padres y a retrasar su independencia, ante la imposibilidad de comprar o alquilar una vivienda. Además de la sobrecualificación para un mercado laboral como el canario que ha apostado por la terciarización de la economía; existe el eterno problema del fracaso escolar, que afecta a la mayoría de los veinteañeros desempleados. Sin embargo, también señalan que hay oportunidades, sobre todo, en campos como las nuevas tecnologías, gracias al teletrabajo; o el sector sanitario, que, en tiempos de pandemia, requiere de profesionales para reforzar las plantillas. Los que se atreven a emprender, por su parte, aseguran que el camino se hace tortuoso y que, en muchos casos, tienen que sobreponerse a los incontables obstáculos administrativos.

Otra de las preocupaciones tiene que ver con la desigualdad de género, donde coinciden en que se han obtenido importantes avances, pero que aún queda muchísimo por hacer. Las jóvenes hablan de muchas situaciones de inseguridad y acoso. En cuanto a la igualdad en el ámbito laboral, se quejan tanto del techo de cristal para acceder a puestos de responsabilidad como de las diferencias de sueldos entre ellos y ellas por la realización de similares tareas. No obstante, se muestran, sobre todo las mujeres, dispuestas a afrontar el reto de lograr una sociedad igualitaria y señalan a la educación como la principal baza para alcanzarla.

Más pesimistas se manifiestan con respecto al Medio Ambiente. El respeto por el planeta está entre sus prioridades. Aunque son conscientes de que existe una mayor concienciación entre las nuevas generaciones, ven un escaso reflejo en las políticas internacionales, que consideran insuficientes para evitar el calentamiento global y la crisis climática.

Según los expertos, parece que hay un espacio donde los jóvenes se sienten más cómodos. Los grupos virtuales. Es el lugar donde se encuentran más aceptados. En muchos casos, no se consideran pertenecientes a los elementos clásicos de socialización, como la familia, los medios de comunicación, la escuela, las organizaciones que emplean a personas,…; y es ahí donde está el reto, en tender puentes para evitar que se queden aislados y que puedan hallar las condiciones adecuadas que les permitan desarrollarse en todos los ámbitos.

A Canarias, como al resto del país, le acecha en toda su crudeza el drama de una juventud con una insoportable falta de expectativas. España camina en el coche escoba del continente a la hora de ofrecerles oportunidades. Los datos son hirientes y deberían de conmocionarnos pero no acabamos de darles alternativas.

Ante los mitos, desatados estos días en determinados entornos, de una juventud despreocupada, falta de entropía y de solidaridad, la encuesta revela, al contrario, un colectivo altamente preocupado por las injusticias y desigualdades y por la extensión de discursos discriminatorios y agresivos. Convendría que los poderes políticos también reflexionaran sobre un dato de la encuesta que plantea un serio problema. El 87% dicen sentirse poco o nada representados por las formaciones actuales. La configuración futura de una sociedad pasa por escuchar de verdad a los jóvenes y dar salida a sus reivindicaciones. De lo contrario, la falta de oportunidades y de confianza en ellos puede afectar gravemente a la estabilidad social.