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Artículos de broma

Javier Cuervo

El deporte del sobrecoste

El balance provisional de los Juegos Olímpicos confirma que siempre son un pésimo negocio y se puede sospechar que ese es el motivo por el que las principales ciudades se pegan por ser su sede. Arguyen que es por los intangibles de imagen y promoción, pero sabemos que lo tangible es más apetitoso y el interés en los sobrecostes está en el peso de los lobbies que trabajan años antes de la concesión.

Desde los Juegos Olímpicos de Roma 1960 -toda una vida- el promedio de los sobrecostes es del 172%. Los sobrecostes los cobran las empresas y los paga el erario público. Es otro bocado a la tarta de los impuestos a favor de los ingresos de las empresas. Cuando en 60 años se ha conseguido un desvío del 172% es porque no se ha aprendido a calcular el coste ni trabajado para ajustarse a la previsión, sino que se persigue la excelencia en sobrepasar lo convenido y aumentar la factura.

En los Juegos de Tokio, que sufrieron el retraso de un año por culpa del Covid 19, el sobrecoste se estima entre el 111% y el 244% -es decir, entre algo y más del doble de algo- lo que ratifica que ni siquiera se ha aprendido a estimar los sobrecostes después de que se producen.

El otro balance provisional es de sobrecoste emocional y tiene que ver con los pensamientos de la competición y la derrota y con las palabras de victoria de los atletas. En los centros de alto rendimiento tienen que enseñar algo de humanidades y muscular psicológicamente para la realidad y la derrota a estos becarios del esfuerzo físico y dejar de doparlos con basura motivacional.

El mejor atleta es el que mejor sabe competir, aunque no sea necesariamente el más capaz en la disciplina, como la mejor nota la obtiene el alumno que sabe examinarse y no siempre el que más sabe.

Quizá convenga alejar a los deportistas de las redes sociales -donde un lanzador de jabalina puede verse como una estrella universal- y aclararles que no saltaron o corrieron más porque les haya llegado (¿por qué vía?) «toda esa energía de tanta gente» que creyó en ellos.

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