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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Meterse en charcos

Lo del Plan Director de los Charcos de Marea, presentado por la Consejería de Turismo del Gobierno autónomo, es una iniciativa tan tontiloca que tal parece urdida por Teresa Berástegui. Caramba, me acabo de quedar helado, porque he recordado hace tres segundos de Berástegui es viceconsejera de Turismo por la gracia de Casimiro Curbelo. No, no puede ser. La Consejería de Turismo pretende hermosear, garantizar el acceso y potenciar un total de “117 piscinas naturales” que ha registrado en las cosas canarias. Tal vez se trate de una pequeña exageración. En la mayoría de los susodichos charcos solo pueden bañarse con cierta comodidad tres o cuatro personas. Clasificarlos como “piscinas naturales” se me antoja un exceso. Generalmente es aconsejable entrar con cuidado para no descalabrarse y apenas puedes practicar tres o cuatro brazadas. A un servidor siempre me ha parecido un sustituto ligeramente guarro e incómodo de las verdaderas piscinas naturales o de la playa, pero entiendo que haya gente que encuentre en estos agujeros aguachentos una indiscutible prueba de que Dios ha bendecido a Canarias.

El departamento que dirige Yaiza Castilla ha subrayado que su interés es aumentar el atractivo turístico de los charcos de marea, lo que ha disparado las alarmas de muchos ciudadanos y algunas autoridades públicas, como el alcalde de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, que se ha opuesto en redondo, aunque con tono mesurado. Incluso la concejal de Podemos María José Roca dejó de dibujar con tizas multicolores sobre el asfalto durante un momento para recordar la enorme biodiversidad de la cosa lagunera. La convicción más o menos generalizada es que los guiris también se van a quedar con los charcos. La señora Castilla, que nunca consiguió los pasaportes y corredores con los que soñó durante los meses más feroces de la pandemia, tal vez crea que en Stuttgart la perspectiva de clavar el trasero en un charquito tibio debe ser irresistible para los alemanes y que la campaña Nass deinen weiben arsch contribuirá a la recuperación del turismo europeo. Guaguas llenas a rebosar con emocionados charconautas que se pasarán el día sintiendo a los cangrejos pellizcándoles cariñosamente los tobillos y bebiendo cerveza bajo el excepcional sol de Canarias.

Lo asombroso es que la Consejería de Turismo se haya metido en este estúpido berenjenal sin consultar previamente con los ayuntamientos isleños y que Castilla y su equipo ni por un segundo han reparado en que los charcos del litoral son zonas de uso tradicionalmente popular. ¿Cómo se decide impulsar un conjunto de intervenciones físicas sobre un espacio público sin comentarlo y consensuarlo con las administraciones públicas más directamente concernidas? ¿Están dispuestos a poner barandillas, escaleras, carteles informando de la profundidad abisal, espacios para tumbonas o hamacas, taquillas, pistas de acceso para automóviles a los charcos? En realidad no tienen que consultar con alcaldes ni con bañistas; es suficiente con escuchar a Pedro García Cabrera para saber que compartimos el destino de un destierro en la soledad de nuestra isla.

Este charco, este pañuelo de agua

que asomado al bolsillo de la roca

abandonó en la tierra la marea,

es todavía mar, un mar inválido

de espumas, y horizontes, y rumores

apenas una lágrima dejada

en el párpado seco de la orilla

pero que lleva impresa en su destierro

el ser la pura soledad de nadie.

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