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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Domador de caballos

Por fin ha llegado su momento. Desde su llegada al Congreso de los Diputados en 2019 Héctor Gómez estaba convencido –y lo pregonaba discretamente– de que el destino, también conocido como Pedro Sánchez, le deparaba cosas grandiosas. Pero el bienaventurado cataclismo no terminaba de llegar: solo minucias que además no servían para trazar el relato de un feliz recorrido meritocrático, que es el que le gusta cultivar. Por fin ha estallado la crisálida: Gómez será, por decisión de Sánchez, el portavoz del grupo parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados. En sus primeras declaraciones en la tarde de ayer fue, rasgo habitual en él, sumamente prudente. Probablemente le aterre que nadie crea –tampoco Adriana Lastra y su equipo– que entra como un elefante en una cacharrería. Lo suyo es más bien poner su cacharrería al servicio del elefante.

Gómez reúne las características promocionales de los nuevos valores sanchistas, salvo ser mujer, pero tampoco se puede estar en todo: abstractamente joven, inteligente pero sobre todo listo, dotado de un palique fluido que mimetiza al instante las ocurrencias verbales del líder, alérgico a las ideas e iniciativas propias y aclimatado a una cultura partidista que ha prescindido de la crítica interna, el diálogo o el disenso. Felipe González, aun en el momento más alucinógeno de su hiperliderazgo, soportaba a los de Izquierda Socialista en su propia comisión ejecutiva y recibía preguntas y comentarios no siempre cómodos de los que se llamaban «los barones del partido». Ya ni siquiera se recuerda cuando la autonomía del propio grupo parlamentario permitía dos candidatos a la portavocía, como ocurrió en 1993 con Carlos Solchaga (la apuesta socioliberal de Felipe) y Martín Toval (un socialista admirable, representante de los guerristas). Ganó Solchaga casi por los pelos. Ahora el PSOE es probablemente el sanchismo y el sanchismo es todo el PSOE posible. La portavocía parlamentaria siempre ha sido un espacio de poder e influencia, pero su importancia es relativa y depende de dos factores: del apoyo del secretario general y de la capacidad que demuestre Gómez para articular un equipo eficaz y gestionar exitosamente y sin estridencias los siempre crepitantes intereses territoriales, grupales y personales de la bancada socialista.

La designación de Héctor Gómez no ha sentado especialmente bien en la Presidencia del Gobierno de Canarias y alrededores. Por supuesto, a Ángel Víctor Torres ni se le ofreció oler la tostada. Gómez no es de la confianza del secretario general del PSOE canario ni de aquellos que lo encumbraron en su día, entiéndase Sebastián Franquis, Dolores Corujo o Blas Acosta. Gómez es militante del PSOE tinerfeño y se pegó doce años de concejal en el ayuntamiento de Guía de Isora, bajo el alguacilazgo de Pedro Martín, en la actualidad, aunque la mitad de los tinerfeños lo ignoren todavía, presidente del Cabildo Insular. Las relaciones entre Gómez y Martín sufrieron mucho en años pasados, pero recientemente se han reconciliado. Ayer varios socialistas tinerfeños depositaban alguna esperanza en que Gómez pudiera colaborar en la defensa de los intereses legítimos de la organización insular, cuyo máximo responsable está sufriendo despreocupados ataques por parte del consejero de Transición Ecológica a propósito del proyecto portuario de Fonsalía -y no solo es José Antonio Valbuena quien ningunea al deshabitado Martín-. Se me antoja harto improbable que Héctor Gómez mueva un dedo. Lo mejor es que como portavoz parlamentario será automáticamente miembro del comité ejecutivo nacional y dejará una plaza libre, lo que en hipótesis aumenta las posibilidades de Nira Fierro para incorporarse a la dirección nacional del PSOE. Siempre podrá venderse el advenimiento de Gómez como una prueba del peso del PSOE canario en La Moncloa, aunque sea una idiotez: Lastra no estaba ahí por el poderío del socialismo asturiano ni Margarita Robles, su antecesora, por la fuerza del socialismo leonés. Da lo mismo. De los nombramientos, como del cochino, hay que aprovecharlo todo.

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