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Ángel Tristán Pimienta

Conllevar la COVID19

Decía José Ortega y Gasset que los españoles se tenían que acostumbrar a la conllevancia con el nacionalismo catalán. ¡Qué remedio, visto lo visto, y lo que nos queda por ver! Ya el mundo se ha acostumbrado a convivir con la gripe y casi nadie está atento a las estadísticas. Cada año hay una vacuna ‘personalizada’ para la cepa que se espera. Los organismos sanitarios suelen hacer llamamientos para la vacunación del virus estacional: es el enemigo que aparece con los fríos. Y sin embargo la cifra de muertos es importante: en 2018 rondaron los 15.000 en España.

También es cierto, no sé si hay datos sobre el solapamiento con la pandemia, que desde que el coronavirus irrumpió a las bravas entre nosotros los fallecimientos por la gripe estacional prácticamente han desaparecido. Muchos médicos opinan que el fenómeno es consecuencia del uso masivo de mascarillas, de la distancia interpersonal, de los elementos de separación, mamparas, un negocio en auge, en oficinas, restaurantes, hoteles, y de una mayor higiene personal pero igualmente pública.

Nunca antes se había visto desinfectar las mesas o volver a las cristaleras de toda la vida en los bancos y en los despachos de las administraciones. También en las de loterías y apuestas del Estado.

Estos últimos días – escribo estas líneas el, para ustedes, pasado viernes 3- los medios de comunicación recogen, unos más que otros pues hasta en las ciencias exactas se mete el diablo del sectarismo, el éxito de la campaña vacunal en España, con la vacunación, que no inmunización de más del 70% de la población. Pero al contrario de lo que crean algunos, incluso muchos (las creencias no son determinantes ni influyen poco ni mucho en esta cuestión) esta guerra ni ha terminado ni seguramente terminará del todo.

‘Las vacunas pierden eficacia contra la infección pero evitan la covid grave y la muerte’, titula una información ‘El País’ del viernes. Sin embargo, habría que matizar: disminuyen los casos graves y disminuyen los fallecimientos; pero no desaparecen. Conforme pasan las semanas aumenta el número de decesos entre otras razones por la ‘movilidad’ de nuevas cepas, mucho más contagiosas y mortales; y también porque muchas personas al ser vacunadas, incluso con la primera dosis, abandonan toda precaución. Hala, fuera mascarillas, fuera distancias, fuera el malvado miedo, ¡viva la libertad y el cañeo’ dicen alguno tontos que se dejan llevar por la irresponsable frivolidad y medias tintas de ciertos políticos o ‘enterados de la caja del agua’. Los descuidados caen antes. Primero, los no vacunados, y después los que aún estando vacunados no tienen el sistema inmune preparado para las nuevas modalidades talibán de virus y abren las puertas al virus con su actitud confiada y descuidada.

A pesar de que algunos jueces del TSJC en Tenerife no acaben de entender lo que es la ‘evidencia científica’ ni asuman la importancia que tiene conocer el llamado ‘estado de la ciencia’, los datos son los datos.

En solo un mes, entre el 3 de agosto y anteayer (para los lectores) 3 de septiembre se han registrado en Canarias 105 muertes por Covid19. Aunque el número de contagiados ha caído mucho (de 673 el 3 de agosto a 165 el 3 de septiembre) las UCI siguen congestionadas, sobre todo en Tenerife. También la cifra de fallecidos es superior en Tenerife.

Según datos del Servicio Canario de Salud recogidos por los medios, y procesados ‘artesanalmente’, o sea, sumados por el autor arriba firmante, se habrían anotado 56 muertes en Tenerife, 35 en Gran Canaria, tres en La Palma, dos en Fuerteventura y una en Lanzarote (s.e.u o.)

De todas maneras el número de vacunados fallecidos es alto; casi empata con los no vacunados. Pero así dicho es engañoso e inexacto. Hoy día son muchos más los vacunados que los no vacunados, por lo que la cifra de fallecimientos de los vacunados es porcentualmente infinitamente menor.

Una aclaración necesaria: estas vacunas no inmunizan, actúan como un medicamento, reducen la gravedad de la enfermedad y consiguientemente el número de ingresos en UCIS y las muertes. Ergo sum: quien se vacune estará más protegido, la enfermedad será más atenuada y leve y tiene muchas menos posibilidades de ir a la UCI y de morir.

Hay un dato muy preocupante, que solo se puede entender por varias razones en principio complementarias: en julio-agosto de 2020 hubo 12 muertos en el Archipiélago; en julio y agosto de 2021, o sea, el año en que estamos viviendo otra vez peligrosamente, ha habido 150. Una subida brutal.

Hay un hito para anotar donde corresponda: en julio pasado hubo una cascada de autos, sentencias (y declaraciones) del TSJC enmendando la plana al Gobierno, que estaba muy preocupado por la relajación social de las costumbres y la pérdida del muy sano principio de precaución. Los magistrados de lo Contencioso tumbaron sin piedad las medidas de prevención de la enfermedad y contención del virus

Adoptadas por el Consejo de Gobierno regional anulando en base a ‘complejas simplezas’ – y no es un oxímoron- y disquisiciones doctrinales el grueso de las medidas de contención, y como dijeron con sorna algunos periodistas, ‘asumiendo el mando de la pandemia’.

Sus señorías desoyeron incluso con altivo y ofensivo desdén a los técnicos de Salud Pública y a las llamadas de estos a que se tuvieran en cuenta las evidencias científicas, las recomendaciones de la OMS, de la Autoridad Sanitaria y los ‘semáforos europeos’. Especial beligerancia tuvo una asociación de empresarios hoteleros de la isla de Tenerife que recurrió el grueso de las muy razonables y acertadas medidas, como vemos ahora, adoptadas por el gobierno de Ángel Víctor Torres. Es probable que primara más la fe en un milagrito del Cristo de la Laguna o de la Siervita incorrupta que las advertencias de los científicos, que aún están estupefactos.

Repetimos: en julio-agosto de 2020 hubo medidas de prevención y 12 fallecidos; en julio y agosto de 2021 sin esas medidas de prevención ha habido ¡150!

Sobran más palabras, señoras, señores y señorías.

Creo que está claro ¿no?

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