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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Nostalgia del futuro

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha escrito un prólogo para la edición del Manifiesto Comunista de Marx y Engels de Galaxia Gutenberg – una editorial no precisamente proletaria --. Muchos se han lanzado sobre la galaica yugular de la ministra; no entiendo muy bien sus razones. El prólogo no está mal escrito en absoluto, aunque se rinda pleitesía inevitablemente a las cursilerías y devociones comunistas, conduciendo a veces a la autora a metáforas enrevesadas (“el pensamiento de Karl Marx parece escrito, con tinta indeleble, en el viento de la Historia”) o contradictorias (“es una clave interpretativa, tan borrosa como exacta”). El principal error de la autora estriba es tratar el Manifiesto como si fuera una síntesis de las ideas marxistas (se publicó en 1848, antes de que Marx se trasladase a Londres y comenzara las investigaciones que llevarían a El Capital) y olvidar su carácter sustancial de texto de agitación y propaganda. El Manifiesto del Partido Comunista pertenece a un género glorioso, imprescindible y ya olvidado, el panfleto. En la tradición de las izquierdas abundan piezas panfletarias relevantes, lúcidas o divertidas; para quedarnos en familia, un yerno de Marx, Paul Lafargue, escribió El derecho a la pereza, bastante más jovial –aunque no tan genioaloide – que la obrita de los fundadores del socialismo científico.

Lo más curioso del texto de Díaz son todas las precauciones que se toma, desde una rendida admiración por los autores, para dejar claro que sí y que no. Que sí, que el Manifiesto “rompió los esquemas de la burguesía”, pero que no, que no estoy diciendo que actualmente sea una descripción solvente de lo que ocurre y mucho menos que aluda a unas leyes inmutables del desarrollo histórico. Esa ambigüedad de la ministra encierra, para un servidor, cierta deshonestidad intelectual, porque quiere quedar bien con su definición ideológica (“soy comunista”) pero al mismo tiempo no parecer estúpida suscribiendo una concepción anacrónica del desarrollo económico y social y su programa de acción política. ¿Qué significa ser comunista actualmente? En lo fundamental es una opción identitaria más que una defensa concreta de un proyecto político definido o definible. Se es comunista como se puede ser emo o gamers, reggaetonero o trapero, que es el nuevo poppero, como C.Tangana, cuya canción Los tontos podría encajar como una irónica alegoría de la lucha de clases. O no.

Se es comunista – en casos como los de Díaz o Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero – como señal de advertencia cuya única luz encendida es el rechazo a la injusticia, el desorden establecido, la brutalidad del poder. Pero esa luz se consume en sí misma o en el mejor de los casos sirve para iluminar débilmente la subida de doce euros del salario mínimo interprofesional. Para acabar con el desempleo, compatibilizar desarrollo económico con preservación del medio ambiente o evitar que el oligopolio eléctrico nos vampirice hasta dejarnos tiesos no sirve. Ciertamente tampoco le pide usted a un tipo disfrazado de médico en carnavales que le cure una diarrea; como mucho, te puede invitar a un whisky de garrafón o bailar contigo. En última instancia la fascinación que siente Yolanda Díaz por el Manifiesto Comunista, una fascinación que comparto desde un punto de vista estilístico, no es más que una forma de nostalgia. La nostalgia más extendida a lo largo del último cuarto de siglo. La nostalgia por el futuro. Un futuro de contornos rectilíneos, un futuro prometedor y taxativo, un futuro al que llegaríamos irreductiblemente, un futuro para el que disponíamos de mapas, brújulas y kit de emergencias. Ese futuro ha muerto y ni siquiera pudimos verle los ojos antes de desaparecer para siempre. Y lo echamos de menos. Vaya si lo echamos de menos. De eso viven ahora mismo los políticos y los periodistas.

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