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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

Malditos ricos

Yo no sé ustedes pero yo no tenía ni idea de que pudiera medirse la envidia.

Pues resulta que sí, según se desprende de un estudio del sociólogo de la universidad de Potsdam Rainer Zitelmann cuyo reciente libro Los ricos en la opinión pública viene a ser una cuantificación de la envidia que despiertan los ricos principalmente en EEUU, Reino Unido, Suecia, Francia, Italia y Alemania. Naturalmente el estudio no va de una encuesta del tipo «¿es usted un envidioso de los ricos?», sino de un sofisticado abanico de preguntas que vienen a revelar indirectamente el grado de envidia del encuestado por dicha categoría socioeconómica. Estas son algunas de las conclusiones del estudio.

1. La virulencia de tan extendido vicio viene condicionada sobre todo por el grado de prosperidad del país del entrevistado. Así por ejemplo en EEUU, Reino Unido y Suecia, donde se da un nivel de vida medio alto, el 48-50% de los encuestados no envidian a los ricos. El bautizado como Coeficiente de Envidia Social que para Suecia da un 0,44, y para los americanos 0,42 se incrementa para los alemanes, con 0,97 y para los franceses, con 1,26. Se entiende que el coeficiente 1,0 corresponde a igual número de envidiosos como de no envidiosos.

Por supuesto que en situaciones de crisis la demonización de los ricos se dispara: recordemos en 2008 con el caso de Lehman Brothers, las manifestaciones contra los «avariciosos banqueros». Y los recurrentes mantras fiscales de los países con apuros económicos del tipo «los más ricos tienen que pagar más».

2. El concepto del rico viene alimentado sobre todo por artículos a menudo superficiales o sesgados en los medios, o los estereotipos de la filmografía. Es revelador el contraste de valoración cuando los encuestados conocen personalmente a algún rico. Si en general un 6% consideran que los ricos son honrados, el porcentaje sube hasta un 35% si se consulta a los que tienen contactos personales con ricos.

3. Es constatable también cómo la valoración de los ricos suele aumentar tras períodos durante los que han sido especialmente castigados: en la China de 1980 casi el 90% de la población vivía en la miseria. Tras las facilidades a emprendedores, fomentada por Deng Xiaoping («permitamos que se enriquezcan primero algunos»), la pobreza extrema se ha reducido al 1%. En Suecia los abusos recaudatorios de los años 70 -recuerden el impuesto del 102% sufrido por Astrid Lindgren, la creadora de Pippi Calzaslargas- dieron paso a un mayor respeto por la labor de los empresarios, con la supresión por ejemplo del impuesto de patrimonio.

No sé si el fenómeno es trasladable a España, pero quizás algún impacto tuviera en su día por ejemplo el acoso fiscal del ministro Borrell a nuestra Lola de España.

4. Es notorio uno de los corolarios de lo que se recoge en el estudio de Zitelman, que la voluntad de enriquecerse no es un obstáculo sino un impulso a fomentar para incrementar la riqueza de un país. Como me comenta mi yerno: «No hay que asustar a los ricos. Cuantos más haya, mejor para todos».

Por cierto, el autor define a un rico como «la persona que además de vivienda propia dispone de un millón de euros». Criterio que les vendrá bien a mis lectores, para saber si deben ubicarse en el bando de los potenciales envidiosos o en el de los afortunados envidiados.

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