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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Crisis y viabilidad de Canarias

Después de sus primeros seis meses de andadura el Gobierno de Ángel Víctor Torres evidenció una curiosa característica: era un Ejecutivo con políticas sociales ambiciosas, era un equipo incluso con ciertos rudimientos de política tributaria propia, pero carecían completamente de política económica. Se las traía bastante al pairo. La cuestión –imagino que se lo planteaban así – era seguir creciendo, gracias a los buenos resultados turísticos y cierto dinamismo recuperado en la construcción, y repartir a través de viejos y nuevos programas sociales y asistenciales, todo ello bajo un pigmento verde que te quiero verde que, en el fondo, no iba a molestar a nadie. En el pacto de gobierno suscrito por las cuatro fuerzas parlamentarias que convirtieron a Torres en presidente estaba ausente cualquier estrategia económica reformista para Canarias digna de tal nombre y no fue asunto menor que Román Rodríguez reforzara su poder sumando a la consejería de Hacienda nada menos que las relaciones con la UE, que siempre habían operado en el ámbito de la Presidencia del Gobierno, y que remarcara que se ocupaba del diseño de los presupuestos de la Comunidad, una obviedad que tenía como objeto, sobre todo, que el consejero de Economía, un cargo que correspondía al PSOE, lo tuviera perfectamente claro. Y lo tuvo. Para encargarse de la economía se eligió a una licenciada en Derecho y, para sustituirla, a una licenciada en Historia (y no en historia económica precisamente) que mantiene un perfil político extremadamente discreto.

El principal problema para el futuro inmediato de Canarias no son las torpezas, insuficiencias o retrasos en la gestión de las ayudas y subvenciones extraordinarias, aunque sea cierto que de los 1.400 millones de las ayudas directas a empresas, pymes y autónomos todavía no se ha repartido más del 5%. No, el principal problema es que no hay nadie en el Gobierno siquiera parcialmente preocupado por lo que venga después. Después: cuando terminen los ERTE, sea en septiembre, sea a finales de año, con más de 50.000 canarios instalados en la incertidumbre. Después: cuando desaparezcan las ayudas y subvenciones extraordinarias y deban empezar a andar sin muletas estructuras empresariales muy dañadas, sin colchón financiero propio y sujetas a una demanda débil en la mayoría de los sectores. Después: cuando la inflación, cebada por la escalada demencial de los precios de la energía eléctrica, provoque una subida de precios generalizada que nos afectará a todos pero que supondrá un desgarro mortífero para las pymes que intentan superar la crisis. Después: cuando sea evidente que nunca volverán a Canarias 12 millones de turistas. Ni diez. Tal vez ni siquiera ocho. En un contexto de combustible muy caro, cambio climático acelerado y exigente agenda medioambiental el turismo de masas tiene un horizonte muy inseguro.

En el corto plazo el Gobierno regional debería estar impulsando políticas anticíclicas, sobre todo, desarrollando un programa ambicioso de obras públicas: autopistas y carreteras, viviendas, escuelas, rehabilitación de edificios oficiales, mejoras en puertos, nuevas terminales aeroportuarias, equipamiento urbano. Asombrosamente hay poquísimo de eso y lo que hay avanza a paso de tortuga. En el plazo medio es imprescindible una reforma estructural de las administraciones públicas para aumentar su eficacia y eficiencia, simplificar sus procedimientos, eliminar sus solapamientos y duplicaciones y someterlas a una despiadada despartidización. Y a largo plazo (una década) debemos debatir y decidir una estrategia de desarrollo económico inteligente, diversificado y sostenible, y eso solo se puede hacer desde dos condiciones previas: practicando una auténtica autonomía política y buscando un consenso amplio dentro y fuera del parlamento. Canarias se juega en el próximo cuarto de siglo su viabilidad como comunidad, como país, como nación: cómo ustedes quieran.

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