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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Mitología

Ah, la fulgurante grandeza de los hombres sencillos. Era previsible: tiembla La Palma, los especialistas anuncian la alta probabilidad de una erupción volcánica y aparecen corriendo el ejército de pelotas cogiéndose las nalgas con ambas manos: «Oh, pobre Ángel Víctor Torres, incendios, Thomas Cook, la pandemia y la crisis económica y ahora la lava, la ceniza y el fuego de volcán, cómo puede con todo». En las fotos de los últimos días veo a un presidente relajado, aun de morenazo veraniego, y que ha echado una discreta tripita. No parece precisamente un alma en pena. Pero Torres cultiva, deja cultivar esa mitología. La de un hombre normal y corriente, como usted o como yo, un canario tan prototípico que si lo fuera en realidad produciría pánico, porque cuanto menos prototípico sea un presidente canario, será menos terrible y calamitoso– los tal vez mejores presidentes canarios, vistos desde la suficiente perspectiva temporal, Jerónimo Saavedra y Adán Martín, eran productos muy isleños pero extremadamente atípicos.

Torres será endiosado en el Congreso del PSOE canario, dentro de un mes, casi como el fruto de una excepcional conjunción astronómica, tal vez como Zeus y sus interminables metamorfosis: es águila, lluvia de oro, cisne o esplendor celestial. Básicamente se ha dedicado a evitar los conflictos y respetar una amplia autonomía en el partido y en el gobierno, lo que ha sido facilitado por una circunstancia excepcional: contra lo que dice la canción salsera, hay cama pa tanta gente en el Ejecutivo, en los cabildos y las capitales. Torres (y no su patético equipo de comunicación) sabe intuitivamente, como buen lector que fue, que lo importante es construir un buen personaje –él mismo– y disponer de un relato, que puede ser una poesía, porque a veces el señor presidente es pura Guantanamera: «Yo soy un hombre sincero/De donde crece la palma/Y antes de morirme quiero/echar mis versos del alma/Cultivo una rosa blanca,/en julio como en enero/para el amigo sincero/que me da su mano franca». El relato, incluso, deviene innecesario: basta el personaje, como en aquella serie policía bastaba Colombo para no perderse un capítulo. Colombo llegaba somnoliento a la escena del crimen bajo su mugrienta gabardina y con aire distraído pedía fuego para el primer puro de la mañana. Yo sospecho que si encontrara a Torres con un puñal ensangrentado en la mano lo descartaría como sospechoso. Demasiado sencillo, demasiado normal, demasiada buena persona.

Torres es invulnerable porque no se mete, no lo quiera la Virgen del Pino, en los asuntos de sus consejeros: los sucesivos instrumentos, predicciones y propuestas fracasadas en la Consejería de Turismo y la ausencia escalofriante de política industrial y comercial, la exigencia de Román Rodríguez de gestionar las relaciones con la UE para luego despreocuparse incluso brutalmente de tal responsabilidad, la catástrofe en la Consejería de Derechos Sociales y su silencio cuando Noemí Santana lo achaca a una conspiración de los medios de comunicación, el paso de tortuga boba de José Antonio Valbuena en sus programas y proyectos legislativos, las concesiones incesantes a Casimiro Curbelo que incluyen contrataciones a mansalva o la reforma del reglamento parlamentario para disponer de grupo propio con la consiguiente asignación económica. A veces parece que no gobierna, sino que reina pacíficamente en un equipo que lo fía todo al sostenimiento de los recursos económico-financieros para mantener ayudas, subvenciones, ERTE, programas mientras vive instalado en una parlanchina opacidad: todavía, a punto de acabar el verano, se ignora qué proyectos canarios con dimensión estructurante y que contribuyan a la modernización económica y tecnológica de Canarias tendrá respaldo con los fondos europeos. Pregúntenle a Torres y les contará, sinceramente, que la recuperación ha empezado ya.

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