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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Suelten el cubata

En su penúltimo centrifugado periodístico, el presidente Ángel Víctor Torres aseguró que Canarias recibirá seis millones de turistas antes de acabar el año, y que en 2022 se conseguirán doce millones, más o menos la cifra record prepandemia. Y se quedó tan tranquilo como siempre. Muchos aplaudieron. Pero, obviamente, este pronóstico de Torres es ligeramente contradictorio con los objetivos programáticos de su gobierno: una transformación socioeconómica de Canarias basada en criterios de sostenibilidad ecológica y respeto medioambiental. Al final caen todas las máscaras y de lo que se trata es de recuperar la plenitud operativa del modelo de crecimiento del último medio siglo en el Archipiélago, cuyos límites, contradicciones y debilidades han quedado patentes en las dos últimas crisis. Ni siquiera los estragos de una pandemia que pudo ser apocalíptica sirven para que nuestras élites políticas reflexionen durante cinco minutos antes de anunciar que los buenos tiempos están a punto de volver. De las reformas imprescindibles –las de las enseñanzas universitarias o de la formación profesional, las de las administraciones públicas, las que conducen a superar la fragmentación de pymes diminutas y autónomos muertos de hambre, las que pueden combatir nuestra fragilidad energética o nuestra productividad congoleña– ni una palabra. Que vuelvan los guiris en tropel y nosotros, los progresistas, nos encargaremos de distribuir ligeramente mejor los ingresos fiscales y en los cielos la paz de los turoperadores y en la tierra higos picos.

Pocos días antes había escuchado a un teniente alcalde del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife –un caballero bajito del que nunca recuerdo el nombre– anunciar henchido de satisfacción que en los nuevos terrenos que se ganarán al espacio de la fenecida refinería se diseñará «una gran zona de ocio» lo que supuestamente significará avanzar hacia el objetivo de «convertir nuestra ciudad en la capital del Atlántico». No, mijo. Abrir otros treinta bares y pizzerías no te llevaría siquiera a ser capital del condado más piojoso de Arizona. Y además, ¿quién va a consumir ahí y con qué puñetera pasta? Las mismas 1.500 personas que cualquiera puede reconocer en las terrazas del centro de la capital, en los restaurantes caros, en las tiendas marquistas de un par de calles? Siempre, invariablemente, la misma y afortunada peña mañanera y noctívaga: funcionarios acomodados, profesionales liberales con éxito, un puñado de empresarios. Los otros 220.00 chicharreros se limitan a disfrutar de paseos recreativos por los centros comerciales y después de la hamburguesa enseguida a casa a ver el partido de fútbol o una película de Netflix, que es más barato que las salas de cine y ofrece más o menos la misma basura fílmica. La tendencia y la retórica en Las Palmas de Gran Canaria es extremadamente similar. Otra capital del Atlántico para tomar arroz caldoso y hartarse de cubatas y caipiriñas. Cuál será la actividad económica que pondrá en marcha el circuito del consumo es tan misterioso como el control de los músculos faciales de Augusto Hidalgo.

Estamos encerrados en una zona de confort que tarde o temprano se derrumbará. Los dirigentes políticos y los referentes empresariales no están dispuestos a correr ningún riesgo ni a renunciar a los sortilegios del pasado. Si quieren descubrir una ciudad –y un territorio– capaz de luchar por abrir espacios y atraer una actividad económica moderna y modernizadora Málaga y su provincia pueden ser útiles. En el último año han conseguido que dos empresas tecnológicas instalen un centro de desarrollo de nuevas tecnologías (Vodafone) y un centro de excelencia en ciberseguidad (Google). ¿Qué tiene Málaga? Lleva currándose más de un lustro un ecosistema de startups e incubadoras de empresas para crear un tejido tecnológico con la participación de capital público y privado y la intervención directa de la Universidad malagueña para proporcionar informáticos, ingenieros, economistas. Suelten el cubata de una jodida vez y busquen las mejores condiciones para la inversión y la creación de empleos que modernicen un país en peligro.

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