La Provincia - Diario de Las Palmas

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Reflexión

Vislumbres de los nuevos nuevos mundos

Asistimos, entre la perplejidad y la inquietud, al surgimiento de un nuevo mundo social, político y económico, aún por definir, de contornos, características y consecuencias difícilmente desentrañables en su totalidad. El sepelio del presente y del pasado reciente, alumbrará -como ya está ocurriendo- una nueva arquitectura mundial en la que, las fuerzas del poder y su distribución, ya no serán aquellas con las que habíamos convivido en los siglos precedentes.

El nuevo mundo dará cobijo a nuevos mundos -como siempre ha sido- pues el rol que se desempeñe en ese concierto internacional definirá en que mundo nos insertamos. Ese rol, a su vez, vendrá definido -como no puede ser de otra manera- por la capacidad de adaptación al nuevo escenario y a la posición relativa que cada comunidad política desempeñe en el bloque en el que se inserte; desde esta perspectiva, existirán, pues, varios mundos.

El colapso del eurocentrismo político, tras las dos Guerras Mundiales que dejaron exhaustos a los países europeos, dio paso a un predominio de los Estados Unidos de América, solo confrontado, durante algunas décadas, por una URSS que constituía otro gigante militar y político pero insostenible económicamente y condenado -si bien es cierto que durante mucho tiempo no lo pareció- a su desaparición.

Una de la novedades del momento actual es que, por primera vez en mucho tiempo, lo que denominamos Occidente parece abocado a perder su preponderancia cediendo poder y capacidad de condicionar o, más bien, determinar las reglas de funcionamiento de la comunidad internacional. Occidente, sobre todo EEUU, siendo aún muy poderoso ya no ostenta el poder económico que le caracterizó, es una potencia en declive que no parece haber encontrado -al menos por el momento- la forma de reposicionarse en el mundo y de preservar algunos aspectos de su anterior hegemonía.

Europa -yo diría las Europas- ensimismada consigo misma, mira a menudo hacia un pasado, que algunos se empeñan en revisitar, sin percibir las arenas movedizas que suelen proliferar en el terreno de la memoria -no siempre histórica y, a menudo, emocional- una memoria que crea y recrea un pasado pero que desdeña los desafíos del presente y no termina de iluminar el sendero hacia el futuro.

No hablaré hoy de la fuerza, ímpetu e inteligencia con que China se encamina a la cima del poder mundial, ni de una Rusia que -aunque se busca aún tras el desplome de la URSS- jugará un rol importante en el escenario futuro planteando, entre otros, desafíos a la comunidad internacional que, sin duda, serán focos de tensión creciente. Son diversos los agentes que jugarán un papel destacado en el futuro próximo y de los cuales aquí solo he mencionado alguno de los más destacados.

Y, en toda esta transformación global, qué papel le tocará jugar a España y a Canarias en el seno de una Europa de los pasos perdidos… cuál será nuestra posición relativa, siendo periféricos y ultraperiféricos -respectivamente- de una región periférica, y perdonen la redundancia, como es, actualmente, Europa con respecto a los nuevos centros de poder mundial. Todo parece indicar que nuestro papel será muy residual a escala mundial si bien, como es obvio, la gestación del cambio y adaptación al nuevo paradigma, que va emergiendo, por parte de nuestro país y nuestra Comunidad Autónoma son principales e imprescindibles para nuestro futuro como comunidad política. Por eso, debemos aproximarnos al mundo y su reconfiguración si queremos tener las herramientas necesarias para construir un futuro mejor para nuestros conciudadanos.

Hoy el mundo está en ebullición, no solo la política internacional, también la economía está entrando en un nuevo paradigma que nos llevará a una nueva sociedad. No olvidemos que la nueva revolución económica auspiciada por las tecnologías hacen inviable el viejo mundo en que aún, en parte, vivimos. Siempre que ha habido una transformación fundamental en la economía -como la que ahora está teniendo lugar- se han producido cambios radicales y profundos de los sistemas políticos y de las sociedades, más aún, si cabe, cuando han coincidido en el tiempo con una sobrecualificación de la ciudadanía -como es ahora el caso- que no encuentra salida en la sociedad, aumentando el descontento y el desapego de las instituciones .

Debemos prepararnos para un cambio inevitable y necesario sabiendo que la estabilidad de la que hasta ahora hemos gozado sufrirá enormes transformaciones. En el famoso y lampedusiano todo tiene que cambiar para que nada cambie faltó decir que todo cambió para poder sobrevivir… que no es lo mismo que vivir como se vivía. Hoy he querido aproximarme al inexorable cambio que se avecina y que nos obligará a hablar sobre el rumbo que queremos imprimir a nuestro futuro en común… otro día les hablaré de la sacrosanta estabilidad como valor -no solo aparente sino, yo creo, que real- de las sociedades.

La sociedad, actualmente, parece, a veces dormida… otras veces, en una tensa calma ante problemas que se acumulan sin que se dibuje una salida a las crisis económicas y sanitarias que nos afectan. Las instituciones muestran una fatiga de materiales, la población una fatiga por la pandemia y eso configura un caldo de cultivo propicio a los populismos que plantean utopías regresivas o totalizantes como soluciones a nuestros problemas. No entreguemos el futuro -nuestro futuro- a los sueños de la razón que produce monstruos, trabajemos, desde la moderación, por un cambio necesario que nos ayude a afrontar un futuro de inclusión con esperanza.

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