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Elizabeth López Caballero

El lápiz de la luna

Elizabeth López Caballero

Hasta que seamos libres todas

La otra tarde estaba absorta en la lectura de «La revuelta de las putas» de Amelia Tiganus, cuando lo que contaba en uno de sus párrafos me dio un bofetón de realidad difícil de encajar. El texto decía: «Dime, ¿qué se siente cuando gritas fuerte: No es no, Ninguna agresión sin respuesta, Hermana, yo te creo, acompañada por millones de mujeres? ¿Y al pasar por delante de un puticlub?». Entonces me di cuenta de que cada vez que violan a una niña, a una adolescente o a una mujer en España, todas salimos a la calle a solidarizarnos con ella y a reivindicar nuestros derechos. Sin embargo, nunca nos hemos plantado delante de un burdel a dejarnos la voz a grito de «Ninguna agresión sin respuesta». Y es que aprovecho para recordar que en los burdeles se dan miles de violaciones a diario, más aún en un país como España que es el tercero del mundo en consumo de prostitución, un dato que debería darnos vergüenza, sobre todo al Gobierno, que se jacta de hablar de políticas igualitarias, pero sigue mirando para otro lado. Rosa Cobo, investigadora y escritora feminista, escribe en el prólogo del libro de Tiganus: «Las mujeres que desembocan en la prostitución, tanto si lo hacen voluntariamente o a través del engaño o la violencia, lo hacen para sobrevivir». ¿Qué harías tú para sobrevivir? Porque es muy fácil juzgar desde nuestro confort de mujeres occidentales que han avanzado en derechos y libertades a pasos agigantados cómo se ganan la vida mujeres compradas por mafias en países pobres o, incluso, mujeres autóctonas sin redes familiares de apoyo o sin recursos económicos que tienen bocas que alimentar. No habremos avanzado como sociedad hasta que no seamos libres todas, porque la pobreza o las desigualdades sociales no tienen por qué ser castigadas con la explotación sexual. Un «No» debe tener el mismo valor independientemente de la nacionalidad, la clase social o la religión. Ya está bien de mirar para otro lado. Yo no quiero volver a sentirme una hipócrita reivindicando los derechos de unas y silenciando los de otras. Quizá no vaya a la puerta de un puticlub a gritar que esas mujeres tienen el mismo derecho que yo a ser libres, pero sí pienso seguir firmemente comprometida con la causa. Y devolverles su voz, y no solo a través de la prensa, sino, no siendo cómplice de conversaciones crueles y esnobs en las que, para justificar su inacción, hay quienes dicen que están ahí porque quieren, porque les gusta, porque se gana mucho dinero. No pienso seguir callándome cuando escucho a hombres hablar de una mujer como un objeto sexual porque mi libertad no puede caer en saco roto. Mi libertad tiene que ser la de todas. El 23 de septiembre es el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, aprovechen para acercar a las aulas de los institutos estos temas. Que entiendan los chicos que comprar a mujeres a cambio de sexo no les hará más hombres y que se propongan las chicas luchar no solo por sus derechos, sino por los de todas. Y por supuesto, compren el libro de Amelia. Léanlo con calma, con conciencia y comprométanse, de verdad, con el cambio.

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