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Juan José Millás

A la intemperie

Juan José Millás

Me lo invento todo

S uena un móvil en el metro y todos nos apresuramos a mirar el nuestro, pero no es el de nadie. El móvil sigue sonando misteriosamente y los pasajeros nos observamos unos a otros con perplejidad. ¿Cómo es posible que suene un teléfono que no existe? Tras ocho o nueve pitidos, el sonido cesa y cada uno regresa su mundo. ¿Y si ha sonado solo en mi cabeza?, me pregunto. Pero entonces, ¿por qué ese intercambio de miradas entre quienes nos hallábamos cerca del móvil invisible? Bien, como tengo muchas cosas que resolver, olvido el asunto y vuelvo con la mente a mis problemas. La vida está llena de sucesos inexplicables e inútiles en los que no nos podemos detener porque la bicicleta se cae cuando dejamos de pedalear.

Horas después, en un restaurante de comida rápida en el que he hecho un alto, vuelve a sonar el mismo teléfono. Las personas de las mesas de alrededor comprueban que no se trata del suyo y siguen masticando. Tampoco es el mío. ¿Para quién será esa llamada misteriosa del teléfono inexistente? En esta ocasión, sólo suena tres veces como si alguien lo hubiera descolgado. ¿Pero quién? Esa misma noche, en la cama, me despierta otro timbrazo. Como sé que no corresponde al de mi móvil, ni siquiera abro los ojos. Descuelgan a la cuarta.

Al día siguiente, en medio de mi sesión de análisis, se repite el suceso.

- ¿Oye eso? -pregunto a mi psicoanalista.

- ¿El qué? -dice ella.

- El teléfono.

- ¿Qué teléfono? No suena ningún teléfono.

Me doy cuenta de que se trata de una percepción exclusivamente mía. Yo me invento la llamada y me invento que descuelgan o que no descuelgan y me invento las expresiones de extrañeza de la gente de alrededor. Me lo invento todo. Siempre me lo he inventado todo, por eso mismo estoy aquí, amarrado al diván. Mi psicoanalista me pregunta si son frecuentes estas alucinaciones auditivas y le digo que no. Para mis adentros, pienso que alguien intenta localizarme desde el más allá, pero que no da con el número adecuado. Dios mío.

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