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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Desplazados: un proyecto de vida palmero

Al tiempo que se suceden los actos para aprobar y ejecutar las ayudas para la población palmera, crece la ansiedad de las familias por vislumbrar el futuro que les espera una vez Tajogaite deje de expulsar lava. Queda por delante un trabajo ímprobo de reconstrucción de infraestructuras derruidas, cuya desaparición complica y aísla a los insulares, obligados ahora a atravesar una orografía que daban por vencida. Pero antes de todo ello es necesario que ese volver a empezar, asumido por los miles de damnificados, se empiece a visualizar -y antes mejor que más adelante- a través de un proyecto que delimite el nuevo área de colonización para los desplazados, qué tipo de viviendas, qué zonas agrícolas se les va a ofrecer, qué equipamientos, o sea, qué proyecto de vida restituye al rematado, en definitiva. Es la materia más delicada, acallada primero por las urgencias de la erupción y por las soluciones de vértigo para encontrar alojamientos de primera necesidad. Pero tarde o temprano habrá que dar una respuesta a unas personas absolutamente desmoralizadas, sometidas al estrés de no saber cómo van a ser sus vidas de ahora en adelante. Está bien decir que «nadie se va a quedar atrás», pero ellos quieren saber dónde está el tren, en qué estación se tienen que bajar y qué tipo de tierra se van a encontrar. El Gobierno de Canarias atiende con ventilación asistida, con un Ángel Víctor Torres multiplicado, el día a día de la catástrofe y la protección de la población civil, también de la que acude a curiosear. Muchas veces da la sensación de que el presidente está solo, que su gabinete parece estar ausente -o en otros menesteres- pese a la dimensión de la crisis. Pero ni el temple ni la fortaleza son suficientes: hace falta el impulso del proyecto, definir cómo se va a abordar el día después. Dirán algunos que aún no ha parado el manantial de lava, tampoco los temblores. Cierto. Sin embargo, tras la intensidad de una guerra declarada por la naturaleza no hay paz hasta que comienza la reconstrucción, el retorno a los hogares, dirían los soldados. Y hay que procurarlo.

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