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Observatorio

El Génesis de los ateos

El Génesis de los ateos La Provincia

El Arca de Noé está en Petersburg, Kentucky, Estados Unidos, varada en el interior de un parque temático religioso llamado Ark Encounter. Se puede visitar comprando una entrada que cuesta 49 dólares. Una vez dentro del arca se puede elegir entre ir a alguna de las tres cubiertas dedicadas al «entretenimiento educativo» sobre Noé y el diluvio o disfrutar con las réplicas a escala real de los más de 100 animales viajeros, incluidos dinosaurios (aunque no hay rastro de ellos en el Génesis).

El arca de Kentucky mide lo mismo que la de la Biblia: 300 codos de largo (155 metros), 150 de ancho y 30 de alto (más que un estadio de fútbol). Tiene un cierto aire a crucero de lujo. El parque ofrece, además, otras atracciones: el zoológico Ararat o el Museo de la Creación, donde se puede visitar el Jardín del Edén o tener una conversación con un Noé animatrónico. En la tienda de regalos se puede comprar, entre otras cosas, una réplica en madera del codo de Noé, la unidad de medida utilizada para construir el arca. La historia del arca es de mis favoritas de todos los tiempos, pero no creo que me anime a visitar el parque de Kentucky.

Pero hay más arcas en el mundo. Un millonario holandés llamado Johan Huibers construyó en 2018 una réplica, según él, exacta, del barco bíblico (que no se parece mucho a la de Kentucky, por cierto) de 5 pisos de altura y 2.500 toneladas de peso. Fondea en el puerto de Dordrecht y también es visitable (aunque tampoco me animo). También alberga réplicas de animales en su interior y también se utiliza «para difundir la palabra de Dios». Huibers decidió construirla tras tener una pesadilla en la que vio a Holanda bajo una devastadora inundación. Algo me dice que en los próximos años vamos a vivir tiempos muy bíblicos. A menos que alguien haga algo por evitarlo, habrá muchos motivos para emular a Noé.

La historia del diluvio y la salvación de los animales es perfecta: tiene un héroe, una amenaza, una gran tragedia, muchos personajes, una gran aventura, un final feliz... Lo es también el libro que la contiene, el Génesis. Ahí está todo lo que somos, de dónde procedemos, qué influencias nos marcaron. El Génesis es nuestro ADN literario, además del libro más influyente de la historia de la humanidad.

He leído el Génesis en muchas ediciones, siempre religiosas. Si eran ediciones anotadas, nunca se cuestionaban el carácter sagrado y profético del texto. Como lectora no creyente, me sentía abandonada en mis inquietudes, en mis creencias. Me formulaba preguntas. Quería saber más, lo que la religión no se cuestiona, lo apócrifo, lo laico, lo ateo. Nadie parecía entender que el Génesis no necesita ser un texto sagrado para ser imprescindible. Relacionarlo siempre con lo confesional era limitarlo. Y también espantar a muchos lectores como yo, aquellos que nunca visitaremos el parque de Kentucky.

Pues bien. Blackie Books acaba de publicar el Génesis. Lo llama, con valentía, El libro del Génesis liberado y lo incluye en su colección de clásicos, junto con La Odisea o Hamlet. La edición parte de una nueva traducción del hebreo —la primera laica, especifican— a cargo del profesor Javier Alonso López. Se acompaña con notas, ilustraciones y textos complementarios que son una delicia, como el tratado sobre la construcción del arca escrito en el siglo XVIII por el abate Edme-François Mallet e incluido por Diderot y D’Alembert en la Encyclopèdie, en el cual el autor se pregunta, entre otras muchas cosas, cómo se las ingeniaron Noé y su familia para eliminar los excrementos de tantos animales. Una preocupación que, por cierto, comparten los cruceros de nuestro tiempo, no sin razón.

Decía Italo Calvino que los clásicos son esos libros que nunca dejan de decir lo que tienen que decir. El mensaje de la historia del diluvio es tan claro y tan contemporáneo que aterra: ojo con el poder de destrucción del ser humano. No hay nadie como él: en unas pocas generaciones (las que van de Adán a Noé) es capaz de arrasar con todo, incluidas las leyes de la naturaleza, las humanas y (si cree en ellas) las divinas. El Génesis se comenzó a escribir hace 25 siglos, pero aún no hemos comprendido nada. Por eso, entre otras cosas, hay que leer el Génesis.

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